Un singular aspecto del Elginismo. El caso de patios y claustros

Autors/ores

  • José Miguel Merino de Cáceres

Paraules clau:

colección coleccionismo

Resum

Por elginismo, término acuñado por Lord Byron, definiremos las operaciones, generalmente clandestinas y con fuertes intereses económicos de por medio, de desmembrado o destrucción de edificios históricos, con traslado de sus piezas a distinto lugar (generalmente a otros países), a fin de saciar las ambiciones artísticas de personajes acaudalados, coleccionistas o museos. Es evidente que la actuación de Sir Thomas Bruce, VII conde de ELGIN y undécimo conde de Kincardine, en relación con el desmembramiento y traslado a Inglaterra de los mármoles del Partenón y de otras piezas de edificios antiguos de Atenas, constituye el idiotipo de esta suerte de destrucción artística, aun cuando el prototipo habría que buscarlo muchos años antes, en el Imperio Romano. Es el elginismo una parcela de la destrucción de nuestro patrimonio monumental en la que de forma más palpable se manifiesta la codicia humana, que invariablemente, ha presidido el menoscabo de nuestro acervo arquitectónico. La codicia ha sido en gran medida la responsable de la pérdida de nuestro patrimonio edificado y artístico; una codicia que no ha respetado barreras de índole moral, ética o religiosa, que ha envenenado a ricos y pobres, nobles y plebeyos, vendedores y compradores. Codicia de poder, de gloria, de renombre: codicia de la que han sido partícipes mecenas y arquitectos quienes, en aras de la pretendida belleza de una nueva obra y aun de una simple utilidad inmediata, no han disimulado su desprecio por lo bello y vetusto. Pobres excusas que, con harta frecuencia, aún se siguen esgrimiendo en nuestros días para justificar tropelías arquitectónicas y desatinos urbanísticos. Pero también codicia de riquezas, que indujo a propietarios a desbaratar siglos de historia a cambio, las más de las veces, de unos miserables dineros; codicia que excitó a agentes e intermediarios que, por pingües beneficios no dudaron en desarraigar obras de arte, condenándolas a un incierto futuro, cuando no a una muerte segura; codicia que corrompió a encubridores y cómplices quienes, mediante el soborno y la coacción, guardaron silencio o cooperaron directamente en la consecución de los crímenes. Codicia de fasto de los compradores que, ayunos de capacidad de innovación y creatividad, ansiaban un arte ya consagrado que, a la postre, no comprendían ni eran capaces de respetar. Codicia que, en suma, configuró esa sutil y engañosa modalidad de expolio artístico que, siguiendo a Lord Byron, denominamos elginismo.

Descàrregues

Publicades

2009-11-17