Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

Caudillo Nacional. Propaganda, culto al líder y masculinidades en la dictadura de Primo de Rivera

Alejandro Quiroga Fernández de Soto

Universidad Complutense (España)

alequiro@ucm.es

https://orcid.org/0000-0002-2216-2217

Resumen

Al igual que otros dictadores europeos en la década de los veinte, el general Miguel Primo de Rivera tuvo que construirse un aura carismática para justificar su poder. En este artículo analizamos el intento de construir una figura carismática de Primo de Rivera a través de las instituciones propagandísticas dictatoriales, los medios de comunicación bajo control gubernamental, los viajes del dictador y las movilizaciones de masas dirigidas por la Unión Patriótica. Todos ellos fueron instrumentos fundamentales a la hora de elaborar una imagen oficial de Primo de Rivera como un líder providencial, salvador de la patria, que además era un militar viril, de actitud caballerosa, un buen católico y un considerado padre de familia. La creación de un líder carismático llevó emparejada una reelaboración del concepto de ‘masculinidad nacional’ que tenía como objetivo la restauración de un orden social y sexual que se consideraba seriamente amenazado en la década de los veinte.

Palabras clave: Dictadura de Primo de Rivera, propaganda, carisma, masculinidad, nación.

Resum

Caudillo Nacional. Propaganda, culte al líder i masculinitats a la dictadura de Primo de Rivera

Igual que altres dictadors europeus a la dècada dels vint, el general Miguel Primo de Rivera va haver de construir-se una aura carismàtica per justificar el seu poder. En aquest article analitzem l’intent de construir una figura carismàtica de Primo de Rivera a través de les institucions propagandístiques dictatorials, els mitjans de comunicació sota control governamental, els viatges del dictador i les mobilitzacions de masses dirigides per la Unión Patriótica. Tots ells van ser instruments fonamentals a l’hora d’elaborar una imatge oficial de Primo de Rivera com a líder providencial, salvador de la pàtria, que a més era un militar viril, d’actitud cavallerosa, un bon catòlic i un pare de família considerat. La creació d’un líder carismàtic va portar aparellada una reelaboració del concepte de masculinitat nacional que tenia com a objectiu la restauració d’un ordre social i sexual que es considerava seriosament amenaçat a la dècada dels vint.

Paraules clau: Dictadura de Primo de Rivera, propaganda, carisma, masculinitat, nació.

Abstract

Propaganda, cult of the leader and masculinities in the dictatorship of Primo de Rivera

Like other 1920s European dictators, general Miguel Primo de Rivera had to build a charismatic aura to legitimise his government. This article analyses the attempt to create a charismatic figure of Primo de Rivera via dictatorship propaganda, government-controlled media, the dictator’s regular trips throughout Spain and Unión Patriótica-led mass mobilisation. All these instruments played a key role in the construction of an image of Primo de Rivera as a charismatic leader, a saviour of the fatherland, a virile military officer, a good Catholic and an esteemed father. The creation of this charismatic leader came hand in hand with the recasting of the concept of ‘national masculinity’, seeking to restore a supposedly threatened social and sexual order.

Key words: Primo de Rivera Dictatorship, propaganda, charisma, masculinity, nation.

§

A las dos de la madrugada del 13 de septiembre de 1923, cuatro reporteros de diarios barceloneses llegaron a la Capitanía General de Cataluña.1 Habían sido llamados por el general Miguel Primo de Rivera la tarde anterior y las horas intempestivas de la cita se explicaban porque el marqués de Estella estaba dando un golpe de Estado. Primo había pensado que era buena idea reunir a la prensa dos horas antes de movilizar a las tropas, para ir filtrando la información del pronunciamiento. Los periodistas tuvieron que esperar unos minutos, porque su llegada coincidió con una tensa discusión entre el ministro de la Guerra, el general Aizpuru, y Primo, que terminó con el capitán general de Cataluña cortando las comunicaciones con Madrid. El capitán general recibió a la prensa en su despacho, les entregó su Manifiesto al País y al Ejército y pidió «su palabra de honor de que se limitaría a la reproducción del manifiesto, sin comentario

1 ABC, 14-9-1923.

alguno».2 A las cinco de la mañana, Primo volvió a recibir a la prensa en su despacho. Esta vez, los reporteros eran muchos más, al haberse corrido la noticia del pronunciamiento. El capitán general desgranó las intenciones políticas del «movimiento», que pasaban por «disolver las Cortes», cesar a funcionarios que iban a trabajar, crear «una nueva división administrativa, gubernativa, judicial, y aun posiblemente militar», del país, y perseguir el «morboso sentimiento catalán de hostilidad a España».3 Primo añadía orgulloso que ni «ha habido que imitar el Fascio, ni a la gran figura de Mussolini, aunque sus actuaciones han sido enseñanza de provecho para todos. Pero en España tenemos el Somatén y hemos tenido a Prim, admirable figura militar y política».4 Minutos más tarde, se leyó un bando del capitán general de Cataluña a la tropa de la guarnición de Barcelona. En la alocución, el marqués de Estella destacaba el patriotismo de sus soldados y su disposición a «socorrer a la madre España» cuando esta se encontraba en peligro.5

La distribución del Manifiesto al País y al Ejército, las declaraciones a la prensa en la Capitanía General y la alocución a la tropa en la madrugada del 13 de septiembre cumplieron distintas funciones para Primo durante el golpe de Estado, pero todas sirvieron para presentar lo que claramente era un acto anticonstitucional de insubordinación violenta contra el Gobierno como un sacrificio desinteresado para salvar a la patria. El marqués de Estella tuvo que buscar una legitimidad para su dictadura desde la noche del golpe de Estado. Por eso, en su Manifiesto al País y al Ejército, Primo de Rivera justificó su insurrección como la única forma de salvar a una nación en peligro de muerte debido a las acciones de «los profesionales de la política», la violencia anarquista, la «impune propaganda comunista» y la «descarada propaganda separatista».6 El capitán general de Cataluña reconocía que su acción era ilegal y que el nuevo régimen nacía de una «indisciplina formularia», pero la disculpaba porque se hacía siguiendo la voluntad del pueblo y porque él pretendía liberar al país de ese «cuadro de desdichas e inmoralidades que empezaron en el año 98 y amenazan a España con un fin trágico y deshonroso». Este discurso de salvación nacional, con su referencia a mitos históricos y su sentimiento de misión transcendental, tenía también como objetivo dotar de cierta connotación mesiánica a Primo de Rivera como líder patriótico. Se trataba de un mensaje que enfatizaba la situación de crisis histórica para justificar no solo una actuación política ilegal, sino la concentración de poder en una figura superior, algo que se convirtió en una constante de las dictaduras ultraderechistas en la Europa de entreguerras.7

A medida que, en los meses siguientes, el marqués de Estella fue dejando clara su intención de abandonar definitivamente la Constitución de 1876 y construir un régimen político nuevo, la necesidad de dotarse de una legitimidad de tipo carismático no hizo más que aumentar. Como en el resto de las dictaduras contrarrevolucionarias, la legitimidad tradicional otorgada por la monarquía y la Iglesia se mostró claramente insuficiente en España a la hora de construir un nuevo régimen. Al igual que en los casos de Miklós Horthy en Hungría, Benito Mussolini en Italia y Józef Piłsudski en Polonia durante la década de los veinte, Primo de Rivera tuvo

2 La Vanguardia, 14-9-1923.

3 La Vanguardia, 14-9-1923.

4 La Vanguardia, 14-9-1923.

5 La Vanguardia, 14-9-1923.

6 Casassas, J. (1983). La Dictadura de Primo de Rivera (1923 1930). Textos. Anthropos, 81-87.

7 Kallis, A., (2002). Fascism, ‘Charisma’ and ‘Charismatisation’: Weber’s Model of ‘Charismatic Domination’ and Interwar European Fascism. En Totalitarian Movements and Political Religions, 2006, vol. 7, n. 1, 29; Costa Pinto, A. (2002). «Elites, Single Parties and Political Decision-making in Fascist-era Dictatorships», Contemporary European History, 11, 429-454.

que construirse un aura carismática para justificar su poder y presentarse como el caudillo que venía a liderar el proceso de regeneración nacional.8 Estos procesos históricos de creación de un aura carismática pasaban por dotar a los líderes de unas connotaciones especiales que sirvieran para justificar su ejercicio autoritario del poder.9 Se trataba de construir y promover una imagen idealizada, y en cierto modo sacralizada, del dictador, a través de medios de comunicación, propaganda oficial y ceremonias patrióticas, que pudieran complementar la legitimidad tradicional (que emana de instituciones como la Corona y la Iglesia) y suplir la legitimidad racional (de base legal, esto es, constitucional) por una legitimidad carismática.10

En este artículo analizamos el intento de construir una figura carismática de Primo de Rivera por parte del aparato propagandístico de la Dictadura. Ese intento de construcción de un ‘líder nacional’ se realizó desde el poder en múltiples ámbitos. En el plano discursivo, el propio marqués de Estella se encargó de presentarse como el líder que tenía que operar el cuerpo enfermo de la nación. Se trataba, según decía Primo a menudo, de un cirujano por petición popular, ya que el «pueblo sano» le había pedido intervenir, para que acabase con los «gusanos» de los políticos que estaban devorando la patria.11 Al adoptar un discurso seudocientífico de corte regeneracionista, que recordaba en parte a la figura del «cirujano de hierro» de Joaquín Costa, Primo realizó una apuesta medianamente segura, porque el vocabulario y los tópicos regeneracionistas eran compartidos por amplios sectores de la sociedad española de la época.12 De un modo complementario, los primorriveristas propagaron una imagen del dictador como líder profético y salvador de la patria en términos religiosos.13 Para la propaganda oficial, Primo era un enviado de la providencia que, con su golpe de Estado, había rescatado a España del abismo. Se creó entonces una historia mesiánica, que vinculaba al dictador con la voluntad de Dios y que el mismo Primo no tuvo ningún empacho en contar en más de una ocasión. En un discurso en Zaragoza el 27 de mayo de 1924, por ejemplo, el marqués de Estella combinó su característica falsa modestia con su clásico providencialismo nacionalista cuando declaró:

En la actuación constante a que de buen grado me someto, siento a ratos amargura, poque me doy cuenta de mi responsabilidad, y me inclino ante el altar de la Patria con remordimiento de no haber aprovechado mejor mi juventud para haber lle

8 Costa Pinto, A. y Larsen S. U. (2006). «Fascism, Dictators and Charisma», Totalitarian Movements and Political Religions 7, n.º 2, 253; Melograni, P. (1979). «The Cult of the Duce in Mussolini’s Italy», en G. L. Mosse, (ed.): International Fascism, Sage, Londres, 1979, 73–90; Passerini, L. (1991). Mussolini immaginario. Storia di una biografia, 1915-1939, Laterza; Imbriani, A. M. (1992). Gli italiani e il Duce. Il mito e l’immagine di Mussolini negli ultimi anni del fascismo (1938-1943), Liguori; Pollard, J. (1998). «Mussolini›s Rivals: The limits of the Leadership Cult in Fascist. Italy», New Perspective, vol. 4, n.º 2, 26-29; Musiedlak, D. (2010). «Mussolini: le grand dessein à l’épreuve de la réalité», Parlement[s], Revue d’histoire politique n.º 13, 51-62. Turbucz, D. (2018). «Miklós Horthy in Poland. Official visit, image of charismatic leader and his leader cult. The Hungarian interpretation», Hungarian Studies, 32, 291–304;  Biskupski, M. B. B. (2012). Independence Day: Myth, Symbol, and the Creation of Modern Poland, Oxford University Press, Oxford; Hein-Kirchner, H. (2002). Der Piłsudski-Kult und seine Bedeutung für den polnischen Staat 1926-1939, Herder-Institut.

9 Breuilly, J. (2011). «Max Weber, charisma and nationalist leadership», Nations and Nationalism, 17 (3), 477-499.

10 Weber, M. (1978). Economy and Society. An Outline of Interpretive Sociology. 2.ª ed., University of California Press, 212-250; Eatwell, P. (2006). «New Styles of Dictatorship and Leadership in Inter-War Europe», Totalitarian Movements and Political Religions, vol. 7, n. 2, 136.

11 Los entrecomillados, en Rubio, M. (1974). Crónica de la Dictadura, Nauta, 154. Otras metáforas médicas y vocabulario científico usados por Primo, en La Vanguardida, 11-6-1925 y La Nación, 19-10-1925; Pérez, D. (1930). La Dictadura a través de sus Notas oficiosas, CIAP, 32-37; Primo de Rivera, M. (s.f.). Disertación ciudadana, Imprenta Clásica Española, 23.

12 Conviene señalar, no obstante, que pese a la simpatía que Primo le tenía a Joaquín Costa, el dictador no hizo mención expresa del escritor oscense durante el Directorio Militar. Solo en los últimos años del régimen comenzaron a citar Primo y sus propagandistas a Costa de un modo habitual. Fernández Clemente, E. (1984). «Retórica regeneracionista y pseudocostismo en la Dictadura de Primo de Rivera», en Legado de Costa, Ministerio de Cultura/Diputación General de Aragón, 139-173. Para la popularidad de los postulados regeneracionistas, véase, González Calbet, M. T. (1987). La Dictadura de Primo de Rivera, El Arquero, 50-51, 265.

13 Entre múltiples ejemplos puede verse La Nación, 11-12-1925; El Somatén, agosto de 1924, Mask (1925). Hacia la España nueva: pasado, presente y porvenir del Directorio Militar, Sucesores de Rivadeneyra, 189.

gado mejor a este cargo, si es que como parece, Dios me lo tenía reservado, con la preparación técnica y cultural necesaria que garantizara mi acierto.14

En la misma línea, Primo manifestó en otra ocasión: «Sé lo poco que valgo y no dudo que hay una divina providencia, de modo que uno, incapaz de gobernarse a sí mismo, puede gobernar a veinte millones de españoles».15 Pero no debemos llevarnos a engaño. El dictador no tenía, ni mucho menos, una idea humilde de su persona, ni, muy probablemente, pensaba que Dios tenía nada que ver con la creación de su dictadura. Al marqués de Estella le gustaba presentarse ante la prensa, y también ante sus colaboradores, como un trabajador infatigable, un hombre justo, un militar valiente, siempre dispuesto a sacrificarse por la patria, y, sobre todo, un líder querido por su pueblo.16 Como todo dirigente político, y en particular aquellos cuyo poder no emana de las urnas, Primo publicitó una serie de cualidades especiales en él, que justificaban su posición como mandatario.17 Esta «autojustificación», que separa al dirigente político de la gente corriente, nos puede decir mucho de cómo Primo se veía a sí mismo y cómo el dictador percibía su ejercicio del poder. En su correspondencia privada, el marqués de Estella dejó bastante claro a sus amigos y compañeros de armas que concebía su labor de dictador como un sacrificio que le prestaba a la patria. En una carta al general José Sanjurjo en el verano de 1926, el dictador escribía que su “puesto tiene pocas flores y muchas espinas”; pero que estaba dispuesto a sacrificarse por España “cueste lo que cueste.18 Unas líneas más arriba, en la misma misiva, Primo le comentaba a Sanjurjo que él todo lo hacía por «ver feliz y grande mi Patria», para lo que estaba dispuesto a seguir luchando contra los enemigos del régimen.19 El «país entero» lo seguía y Primo se encontraba «con una salud como un toro y con un ánimo a cien atmósferas» dispuesto «a defender el ideal que perseguimos el día 13 de septiembre».20

El ejercicio del poder como un sacrificio por España y la justificación de la Dictadura apelando al amor del pueblo por el marqués de Estella fueron también constantes en las declaraciones y los escritos de Primo de Rivera. En agosto de 1927, por ejemplo, aparecieron publicados unos extensos comentarios del dictador en La Nación, en los que el presidente del Directorio manifestaba que haber dejado el cargo tras la victoria en Alhucemas en septiembre de 1925 hubiera sido una cobardía.21 Prefirió sacrificarse y seguir en el Gobierno en una «segunda etapa, no desprovista, como la primera, de preocupaciones y amarguras».22 Y como cabía esperar, el sacrificio había merecido la pena, porque, explicaba Primo, «tampoco en estos veinte meses he tenido el dolor de haber causado a España ningún mal, y tengo la presunción de haber hecho algo en su beneficio».23 Todo padecimiento por la nación era poco y arengando a los miembros de la Unión Patriótica les recordaba, un tanto melodramático, que «si hubiera que luchar y aun morir, no es excesivo sacrificio para lo que a la Patria se debe».24

14 Pérez, La Dictadura a través de sus Notas, 52.

15 Carr, R. (1970). España 1808-1939, Ariel, 543-544.

16 La autorrepresentación de Primo como un trabajador infatigable la encontramos, entre otros lugares, en La Nación, 11-3-1929; la del dictador como un hombre justo, en La Nación, 31-12-1929; la del servidor de la patria, en La Nación 8-8-1927 y 9-3-1929.

17 Baker, R. (2001). Legitimating Identities. The Self-Presentations of Rulers and Subjects, Cambridge University Press, 3-4.

18 Carta de Primo de Rivera a Sanjurjo, Madrid, 2-7-1926. En de Armiñán, J. M. y de Armiñán, L. (comp.) (1930). Epistolario del dictador. La figura del general Primo de Rivera trazada por su propia mano, Javier Morata, 366.

19 Ibid., p. 365.

20 Ibid., p. 365.

21 La Nación, 8-8-1927.

22 Ibid..

23 Ibid.

24 Ibid.

El apoyo del pueblo al régimen primorriverista fue el principal argumento esgrimido por el marqués de Estella para perpetuar su dictadura, del primer al último día de su mandato. En el Manifiesto del 13 de Septiembre ya se definía el golpe de Estado como un «acto, que el pueblo sano demanda e impone».25 A lo largo de los años, la idea de que el pueblo quería la dictadura y de que Primo era el verdadero representante de los españoles, frente al ficticio sistema del parlamentarismo liberal, fue repetida por el marqués de Estella en incontables ocasiones. Es más, haciendo un peculiar análisis histórico, Primo declaraba sin miramientos que «jamás ninguna Dictadura recibió del pueblo tanta confianza y simpatía como la nuestra».26 En momentos de crisis, el dictador también jugó la carta del apoyo popular, sin ningún problema. Así, en junio de 1929, en una entrevista con el embajador italiano en España, Primo le restó importancia a la reciente movilización de opositores contra el régimen y se mostró confiado en la estabilidad de su Gobierno porque estaba fundado en el «consenso de la mayor parte del pueblo».27 Cinco meses más tarde, de nuevo bajo presión por el aumento de la movilización opositora, Primo hizo un llamamiento para que la UP actuara «definitivamente en la vida ciudadana» y apeló al apoyo incondicional que el pueblo le brindaba. Muy en su línea populista, y siguiendo un modelo de propagación de historietas inventadas que ha llegado hasta los políticos de nuestros días, Primo contó que, estando él en un pueblo de Cantabria, un labrador, que no sabía que estaba hablando con el dictador, le había dicho que «desde que “anda” eso del Directorio, podemos vivir en paz y ganar para nuestro sustento; porque desde que no hay elecciones no hay lucha en el pueblo, donde antes hasta padres e hijos se odiaban; y como ahora poseemos las tierras, sacamos fruto a nuestro trabajo».28 El hecho de que esta implausible historieta de apoyo labriego a la Dictadura la contara Primo en un banquete homenaje a José María Pemán por la publicación de su libro El hecho y la idea de la Unión Patriótica en el Hotel Ritz de Madrid no deja de ser un tanto irónico, pero, sobre todo, nos da una buena idea de lo que era el populismo primorriverista. Y la apelación al respaldo popular se mantuvo hasta el final. En una nota oficiosa publicada el último día de 1929, el general jerezano declaraba que la Dictadura se mantenía «firme y prestigiosa por su fuerza moral y por el decidido apoyo del pueblo».29

Primo se mostró obsesionado con manufacturar una opinión pública afecta a su régimen y su persona. La censura previa se instaló desde el golpe de Estado y el presidente del Consejo estableció una comunicación con los españoles a base de las notas oficiosas, los sueltos, los artículos firmados, los libros recopilatorios y las «falsas entrevistas», textos también salidos su puño y letra donde se simulaba un diálogo con la prensa.30 De hecho, la primera entrevista falsa la «concedió» el marqués de Estella la misma noche del pronunciamiento, cuando entregó a los cuatro reporteros de los diarios barceloneses a los que había convocado en la Capitanía General unas cuartillas tituladas «Declaraciones del capitán general», en las que daba respuestas a preguntas que, en realidad, no habían hecho los periodistas.31 Desde el principio de la Dictadu

25 Casassas, J. La Dictadura, 81.

26 Primo de Rivera, M. (1929). El pensamiento de Primo de Rivera. Sus notas, artículos y discursos, Sáez Hermanos/ Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana, 80-81.

27 Avilés, Juan (2017). «Un pálido reflejo del fascismo: la dictadura de Primo de Rivera en los informes diplomáticos italianos», Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, (2017) n. 16, p. 84.

28 La Nación, 5-11-1929.

29 La Nación, 31-12-1929.

30 Rospir, Juan Ignacio (2017). «Estudio preliminar», Caledonio de la Iglesia, La censura por dentro, Fragua, xxii-xxix.

31 La Vanguardia, 14-9-1923.

ra, las modalidades de comunicación política primorriveristas fueron innovadoras y rompieron con las formas tradicionales de la Restauración.

Primo quiso asegurarse de que su novedoso intento por conformar la opinión pública contaba con las estructuras adecuadas. En diciembre de 1923, el Directorio creó el Negociado de Información y Prensa, un organismo dedicado íntegramente a la censura previa de la prensa y a la propaganda.32 El dictador puso al mando del negociado al teniente coronel del Estado Mayor, Pedro Rico Parada, quien estaría en el puesto hasta octubre de 1925, cuando Primo lo nombró director del diario progubernamental La Nación. La relevancia de la nueva institución está fuera de toda duda: el dictador vinculó el negociado a la Presidencia del Gobierno y mandó instalar sus oficinas junto a su propio despacho. Tener físicamente cerca el Negociado de Información y Prensa era significativo, pero no un capricho: el dictador se pasaba a menudo por estas oficinas para intervenir personalmente en la censura de periódicos y comentar con Rico Parada el contenido de textos a publicar.33 Y es que el Negociado de Información y Prensa sirvió tanto para canalizar la obsesión controladora del marqués de Estella, como para alimentar la vanidad de un dictador que presumía de tener «naturaleza de periodista».34

Junto al Negociado de Información y Prensa, el presidente del Gobierno encomendó a los delegados gubernativos, los afiliados de Unión Patriótica y los miembros del Somatén que realizaran labores de propaganda y adoctrinamiento por todo el país. Con este fin se organizaron durante el Directorio Militar cientos de desfiles militares, «actos de afirmación patriótica» y bendiciones de banderas del Somatén, al tiempo que se lanzaron campañas gubernamentales para fomentar la moral patriótica por toda España.35 Además, los medios y las instituciones del régimen contribuyeron a poner en marcha lo que podríamos denominar una propaganda primorriverista cotidiana, una publicidad sobre el dictador que estaba presente en el día a día de millones de españoles. Los medios oficiales no cesaron de publicar imágenes del «Caudillo nacional» en periódicos, revistas, libros, panfletos, folletines y postales durante toda la Dictadura. Los retratos del Jefe Nacional solían presidir las sedes de la UP y en los actos de afirmación patriótica y mítines se sacaban a la calle imágenes del dictador.36 Asimismo, en un esfuerzo por promover la figura del líder patrio, a la vez que por conquistar el espacio público, el Directorio puso a decenas de calles en distintos pueblos de España el nombre del dictador y la mayoría de las nuevas escuelas públicas se llamaron Primo de Rivera.37

Para reforzar la labor propagandística de la Dictadura, Primo pidió la cooperación activa del clero con los miembros de UP durante sus «campañas educativas».38 Al principio la estrategia pareció dar resultado, ya que la gran mayoría del clero católico cooperó abiertamente con el régimen. Es más, cuando a finales de 1924 el Directorio Militar lanzó una campaña propagandística contra sus críticos en el exilio, y en particular contra las obras y las revistas como España con honra publicadas en Francia por Vicente Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno y Eduardo Ortega, la Iglesia ofreció todo su apoyo al dictador y movilizó a las multitudes católicas para

32 Costa Fernández, Lluís (2013). «Comunicación y propaganda durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)», Historia y Comunicación Social, vol. 18, 389.

33 Rospir, «Estudio preliminar», p. xxxiv.

34 Ibid., xxxii.

35 Rubio, M. Crónica, 128-129, 143-44, 157, 161.

36 Entre otros muchos ejemplos, véase El Somatén, agosto de 1924; Unión Patriótica, 1-4-1927; La Nación, 13-9-1927.

37 Docenas de informes sobre la creación de escuelas públicas, en Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Presidencia del Gobierno, legajo 358.

38 ABC, 25-1-1925; La Nación, 3-11-1925.

que mostraran en la calle su oposición a esos «mal llamados españoles».39 Pese a la indudable importancia del apoyo de la Iglesia, en la dictadura española, al igual que en la Italia fascista, fue el partido oficial el que actuó como intermediario principal entre el líder y las masas.40 Es cierto que la UP no tenía la fuerza propagandística del Partito Nazionale Fascista, pero eso no impidió que el régimen desarrollara cierto gusto por la teatralización del apoyo popular al dictador. El 29 de mayo de 1924, por ejemplo, treinta mil upetistas se congregaron en Medina del Campo para asistir a un discurso del Jefe Nacional de la UP, es decir, de Primo de Rivera.41 En Madrid, la UP coordinó con frecuencia desfiles frente a la residencia de Primo, el Palacio de Buenavista, para mostrar su apoyo al dictador. Al ver este tipo de liturgia, el embajador británico en España no pudo evitar pensar en las concentraciones fascistas que se organizaban en Roma frente al Palazzo Venezia.42

La guerra, como en tantos otros casos, sirvió para incrementar la imagen mítica del líder patriótico. En el otoño de 1925, el Directorio Militar no tardó en sacar provecho propagandístico de la victoria de las tropas españolas contra los rifeños en Alhucemas. Aunque no era posible aún vislumbrar el fin de la guerra en Marruecos, el Real Decreto del 6 de octubre de 1925 describía el desembarco de Alhucemas como «la más ardua empresa» lograda jamás por un ejército colonial y otorgaba a Primo la distinción máxima del Ejército español: la Gran Cruz Laureada de San Fernando.43 Si antes de la invasión de Alhucemas Primo había sido comparado con Mussolini, Mustafa Kemal e incluso Lenin por su entusiasmo revolucionario y su papel como salvador de la patria, en el otoño de 1925 la prensa primorriverista emparejó el talento militar de Primo con el de Napoleón.44 El marqués de Estella no solo era ese hombre de «voluntad creadora y directora» que estaba llevando a cabo «un cambio radical en la vida de la Nación en todos sus órdenes», sino que con su victoria militar en el Rif colocaba a España en una posición de liderazgo en el renacer de los pueblos grecolatinos que por todo el Mediterráneo hervían de nuevo para impedir una «época nueva de horrores y exterminios».45

Primo estuvo encantado con la Laureada y, además, supo ver el gran potencial que la victoria en Alhucemas ofrecía para la exaltación de su propia figura. De regreso de África, postergó su llegada a Madrid para visitar algunos pueblos andaluces y participar en las celebraciones públicas que se organizaban en su honor. El general jerezano hizo coincidir su llegada a la capital de España con la celebración de la Fiesta de la Raza, el 12 de octubre.46 Las celebraciones patrióticas se fusionaron y Primo fue galardonado con el título de «Hijo Adoptivo» por todos los alcaldes de la provincia de Madrid. Por toda España se celebraron desfiles militares en conmemoración de la conquista y los soldados repatriados fueron recibidos como héroes en una gran gira organizada por el régimen a principios de octubre de 1925. El destino final de este periplo fue Madrid, donde las tropas marcharon entre las multitudes que colmaban las

39 Ben-Ami, S. (1983). La dictadura, 1923-1930, Planeta, Barcelona, 76. Sobre España con honra, Ouimette, V. (1976). «Unamuno, Blasco Ibáñez and España con Honra», Bulletin of Hispanic Studies, 53:4, 315-322.

40 Como defendía sin tapujos La Nación, 11-12-1925.

41 Un reportaje fotográfico del evento fue publicado en Unión Patriótica, 1-11-1926.

42 Ben-Ami, S. La dictadura, 110.

43 Real Decreto 6-10-1925.

44 Para las comparaciones con Mussolini y Mustafa Kemal, véase El Somatén, agosto de 1924. La exaltación del talento militar de Primo y la comparación con Napoleón y Lenin, en Mask (1925). Hacia la España Nueva: pasdado, presente y porvenir del Directorio Militar, Sucesores de Ribadeneyra, 7.

45 Ibid. 7 y 324.

46 Mask, Hacia la España nueva, 189.

calles de la capital en un desfile presidido por el rey y por las autoridades militares, civiles y religiosas.47 Deseoso de movilizar a la población, el régimen dispuso que los delegados gubernativos organizasen actos patrióticos en sus distritos en memoria de los caídos por la patria en Marruecos. Según los informes de los gobernadores civiles, los militares organizaron con éxito docenas de estos actos. En el marco de estas celebraciones, algunos pueblos y aldeas rebautizaron calles y plazas con el nombre del dictador o con la fecha del 13 de septiembre.48 Como en otras dictaduras europeas, la fecha de instauración del régimen pasaba a celebrarse como el momento fundacional mítico de la nueva patria que renacía tras la intervención del caudillo carismático.49

La victoria en Alhucemas sirvió también para potenciar la imagen providencial del dictador. El apoyo de la Iglesia a la «misión civilizadora» de España en Marruecos dio un impulso decisivo a la identificación del catolicismo con la nación y con el régimen. Así, las misas por los caídos en África y en conmemoración de la victoria de España contra los rebeldes rifeños se convirtieron en elementos centrales de los desfiles militares presididos por Primo. La consagración de la enseña nacional y la bendición de las tropas fueron rituales claves en estas ceremonias nacionalistas, donde también se ensalzaba la figura del líder salvador de la patria.50 De esta manera, la sacralización de la nación y la santificación del dictador fueron más allá de los discursos políticos y pasaron a representarse como rituales cristianos. En estas ceremonias, la nación se reafirmaba con el uso del simbolismo cristiano de la muerte y la resurrección, y las connotaciones místicas de la sangre y el sacrificio de los caídos en África pasaron a formar parte de la «comunión» pública del dictador con el pueblo. Como en la Italia fascista, el culto al líder se convirtió en uno de los ingredientes principales de un proceso de sacralización de la política, por el que se fueron otorgando características mesiánicas a los líderes nacionales y celebrando a las naciones como entes religiosos.51 Pero a diferencia de Mussolini, la «religión patriótica» de Primo contó con la bendición inicial y la participación activa de la Iglesia católica.

La creación del Directorio Civil llevó a Primo a dar una vuelta de tuerca a la estructura propagandística de la Dictadura. El 16 de diciembre de 1925, La Gaceta anunciaba la creación del Gabinete de Información y Censura de Prensa, una institución que venía a suplir el Negociado de Información y Prensa. Este gabinete también estaba integrado en la Presidencia del Gobierno, compuesto por militares y dirigido por Caledonio de la Iglesia, teniente coronel del Estado Mayor y miembro de la Asamblea Nacional desde junio de 1928. No obstante, a diferencia del teniente coronel Pedro Rico en el Negociado, Caledonio de la Iglesia tuvo a su disposición un equipo más numeroso, de unos cincuenta hombres, que a partir de junio de 1926 empezó a incorporar civiles. En el Gabinete, eso sí, siguieron trabajando a destajo en sus labores de censura y propaganda y coordinándose con los censores de provincias y publicando los escritos de Primo en sus múltiples formatos. Como cabía esperar, tampoco cambió la actitud de Primo, quien siguió interfiriendo constantemente en las labores del Gabinete de

47 Rubio, M. Crónica, 161-162.

48 Las instrucciones a los delegados y la celebración de actos patrióticos, en AHN, Presidencia del Gobierno, legajo 331, caja 2.

49 Costa Pinto, A. y Larsen, S. U. (2006). «Conclusion: Fascism, Dictators and Charisma», Totalitarian Movements and Political Religions, vol. 7, n.º 2, 251–257.

50 Rubio, M. Crónica, 128-129, 143-44, 157, 161.

51 Para el caso italiano, véase Gentile, E. (1996). The Sacralization of Politics in Fascist Italy, Harvard University Press, Cambridge (MA) y Londres, y Maurizio Ridolfi, M. (2003). Le feste nazionali, Il Mulino, 72-92.

Información, dotando a la administración de la censura de un grado adicional de arbitrariedad y coerción.52

En el terreno del culto al líder, la maquinaria del régimen aumentó durante el Directorio Civil su intento de fabricación de una legitimidad carismática hasta alcanzar unas cuotas propagandísticas nunca vistas en España. José María Pemán, José Pemartín, Julián Cortés Cavanillas y otros ideólogos de la UP promovieron una imagen del dictador como un superhombre de «intuiciones luminosas» guiado por la providencia.53 Para incrementar la labor de proselitismo primorriverista, el dictador creó en 1928 la Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana (JPPC). Concebida como sección especial del Gabinete de Prensa y Censura, la JPPC estaba personalmente dirigida por el teniente coronel Máximo Cuervo, jefe de la Secretaría Auxiliar de la Presidencia del Gobierno. Junto a un equipo de cincuenta militares, Cuervo organizó varios ciclos de «conferencias patrióticas» y produjo una serie de panfletos y tarjetas postales con la imagen de Primo de Rivera que se distribuyeron entre los funcionarios y el público en general.54 Al mismo tiempo, la JPPC coordinó la publicación de los libros firmados por el dictador y sus ideólogos.55 Estos volúmenes fueron más tarde enviados a todos los gobernadores civiles, que a su vez los distribuyeron en escuelas, organizaciones culturales, ayuntamientos, bibliotecas, cuarteles y sedes de la UP.56 Además, la JPPC orquestó una serie de «manifestaciones patrióticas» en protesta por una supuesta «conspiración» de la prensa extranjera dirigida a desprestigiar a la dictadura de Primo.57 Con la ayuda de los gobernadores civiles, la JPPC movilizó a los militantes de la UP para que participaran en actos patrióticos, en los que se recogieron firmas en apoyo al dictador y se distribuyeron miles de folletos propagandísticos. Como dijera de un modo poco delicado, pero muy ilustrativo, el gobernador civil de Lugo, estos actos suponían una buena oportunidad para «inundar la provincia de panfletos y hacer que los ciudadanos se traguen sus conceptos».58

El propio Primo también se encargó de promover el culto a su persona en las decenas de viajes oficiales que por toda España realizó durante su dictadura. La actividad fue tan frenética que, tras un viaje por Teruel, Huesca, Logroño, Soria y Burgos en agosto de 1927, el marqués de Estella ya había visitado todas las provincias españolas como presidente del Gobierno.59 Los viajes le servían a Primo para darse baños de masas, algo que personalmente disfrutaba bastante.60 Para un hombre que estuvo convencido de tener el apoyo de la mayoría del pueblo durante toda su dictadura, las muestras de afecto en las calles, aunque siempre organizadas por las pro

52  Morales Tamaral, J. M. (2016). «A la conquista de las masas. Los orígenes de la propaganda estatal en la España de entreguerras, 1917-1936», Rubrica Contemporánea, vol. 5, n.º 10, 75.

53 La cita, en José María Pemán, «Prólogo», en Primo de Rivera, Miguel (1929). El pensamiento de Primo de Rivera. Sus notas, artículos y discursos, Sáez Hermanos/Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana, 9. Otros ejemplos de dictador mesiánico en Pemartín, José (1928). Los valores históricos en la dictadura española, Arte y Ciencia, 127; Cortés Cavanillas, Julián (1929). La dictadura y el dictador, Talleres Tipográficos Velasco, 311-313; Tarduchy, Emilio R. (1929). Psicología del dictador, Sáez Hermanos, 103-109.

54 AHN, Presidencia del Gobierno, legajo 199, caja 1 y legajo 192, caja 2.

55Entre los que estaban Primo de Rivera, M. (1929). El pensamiento de Primo de Rivera; Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana, Mirando al futuro (febrero de 1929): Artículos inspirados por el General Primo de Rivera, JPPC; Pemartín, J. (1928). Los valores históricos en la dictadura española; Cortés Cavanillas, La dictadura y el dictador; y Tarduchy, E. (1929). Psicología del dictador.

56 La distribución de la propaganda, en AHN, Presidencia del Gobierno, legajo 190, caja 1, legajo 192, caja 1, legajo 199, caja 1 y legajo 204, caja 2.

57 Unión Patriótica, 15-4-1929.

58 Gobernador civil de Lugo a Máximo Cuervo, 30-7-1929, AHN, Presidencia del Gobierno, legajo 192, caja 1.

59 La Nación, 2-8-1927.

60 Como reconocía el dictador al almirante Magaz en una carta en la que comentaba un viaje suyo al litoral levantino, el cual describe como «una aclamación continua». Primo a Magaz, 4-6-1925, Armiñán y Armiñán, Epistolario, p. 117.

pias autoridades primorriveristas, venían a reafirmar lo que el presidente del Gobierno pensaba sobre su popularidad. Los numerosos viajes por España, además, permitieron al dictador llevar a cabo una especie de campaña política continua en la que se presentaba como el líder que mantenía un contacto directo con el pueblo. Y es que en sus visitas a pueblos y ciudades Primo iba recogiendo peticiones de todo tipo de ciudadanos particulares y colectivos varios, que luego pasaba a la Secretaría Auxiliar de la Presidencia del Gobierno para que fueran atendidas. Como le recordaba en una carta Máximo Cuervo al ministro de Educación, Eduardo Callejo, tras un viaje de Primo a Valencia y Barcelona en enero de 1929, el «deseo» del dictador era «que todas aquellas solicitudes formuladas personalmente a los miembros del Gobierno con ocasión de sus viajes o de ponerse en contacto con los ciudadanos, sean estudiadas con todo detalle y tramitadas con rapidez».61 Este modo de actuación, en el que el marqués de Estella escuchaba a la gente corriente y otorgaba bienes (generalmente) materiales a los necesitados, según se le antojaba, estaba pensado para reforzaba la imagen mesiánica del caudillo nacional, si bien, de igual forma, reflejaba a la perfección su modo de gobierno despótico y populista.

Como en otros ámbitos de la creación del culto al líder, las movilizaciones de la población para homenajear al dictador aumentaron durante el Directorio Civil. En enero de 1926, según la prensa oficial, las liturgias celebradas durante la visita del marqués de Estella a Barcelona incluyeron un desfile de veinte mil upetistas, así como una manifestación frente al Teatro Olimpia que reunió a siete mil simpatizantes.62 En mayo de 1928, unos nueve mil somatenistas marcharon ante Primo, Alfonso XIII, Victoria Eugenia y el cuerpo diplomático en pleno durante la Fiesta del Somatén en el parque del Buen Retiro madrileño, «ante un público numerosísimo de todas las clases sociales».63 En septiembre de ese mismo año, las celebraciones del quinto aniversario del golpe pusieron en marcha toda la maquinaria propagandística de la UP. Durante una semana, los upetistas organizaron reuniones, comidas y desfiles en cientos de pueblos por todo el país.64 El momento cumbre tuvo lugar en Madrid, a donde llegaron miles de militantes de la UP de toda España. Como haría años más tarde el franquismo, la dictadura primorriverista tuvo a bien pagarles los billetes de tren y los bocadillos a los manifestantes progubernamentales. Según La Nación, cien mil upetistas desfilaron por las calles de Madrid el 13 de septiembre de 1928 en conmemoración del aniversario.65 Tres días más tarde, cuarenta mil primorriveristas se congregaron en Barcelona.66

Primo también mostró un gran interés en utilizar los medios de comunicación más vanguardistas del momento, la radio y el cine, para su propaganda. Estos nuevos medios se convirtieron rápidamente durante el período de entreguerras en importantísimos «vehículos de carismatización» en toda Europa, y España no fue una excepción.67 En unos años donde la radiodifusión se extendió de un modo notable, la Dictadura colocó censores en todas las estaciones y Primo aprovechó los micrófonos de las emisoras para dar discursos patrióticos.68

61 Carta de Máximo Cuervo a Eduardo Callejo, 1-2-1929, AHN, legajo 114 caja 1.

62 Unión Patriótica, 15-4-1927.

63 La Nación, 14-5-1928.

64 La Nación, 10-9-1928; 11-9-1928; 12-9-1928.

65 La Nación, 13-9-1928.

66 La Nación, 17-9-1928.

67 Eatwell, R. (2006). «The Concept and Theory of Charismatic Leadership», Totalitarian Movements and Political Religions, vol. 7, n. 2, 141-156.

68 Garitaonandía, C. (1986). «La radiodifusión durante la Dictadura de Primo de Rivera. Los orígenes», en J. L. García Delgado (ed.), La crisis de la Restauración, Siglo XXI, 370-372.

Ahora bien, el interés por utilizar estos medios innovadores no garantizaba que se hiciera de un modo sofisticado. Invitado en abril de 1924 a hacer unas declaraciones en Unión Radio, el dictador manifestó: «Primera vez que me veo ante el aparato de maravillosa invención que ha de recoger mis palabras para difundirlas, acaso por el mundo, las primeras que he de pronunciar son un rotundo, categórico y entusiasta ¡Viva España!».69 Acto seguido, Primo pasó a criticar con vehemencia la «absurda leyenda negra» y en particular a aquellos «malos españoles» que la propagaban dañando así la reputación de España.70

Al igual que Mussolini, Primo se interesó por el cine y ya durante el Directorio Militar encargó un documental propagandístico sobre el sometimiento de las banderas guipuzcoanas ante la enseña española en el Día de Guipúzcoa, en marzo de 1924.71 En 1927, un documental que recogía un discurso de Primo se convirtió en el primer film sonoro grabado en España. En la alocución, el dictador se mostraba consciente de que el sonoro era «uno de los progresos modernos que mayor revolución e influencia puede ejercer en el arte de la difusión de las ideas».72 En 1928, Primo volvió a aparecer hablando en otros dos documentales sonoros. Pero pese al indudable interés del presidente por el cine, la Dictadura fue incapaz de articular una política estatal de promoción cinematográfica en forma de una productora y distribuidora gubernamental, dotada de suficientes fondos como para realizar una labor competente de propaganda. De este modo, el esfuerzo financiero en la producción de documentales propagandísticos recayó en su mayor parte en empresas privadas que seguían líneas bastante diversas a la hora de producir los films. Con todo, tras la victoria de Alhucemas se grabaron una serie de documentales sobre el Protectorado en Marruecos cuyos títulos no dejan dudas sobre cuál era el mensaje que se quería propagar. La paz en Marruecos (J. Almeida, 1927), Marruecos en la paz (Rafael López Rienda, 1928) y Marruecos en la guerra y en la paz (Luis Ricart, 1929) son algunos de los documentales que se rodaron durante el Directorio Civil.73 Las exposiciones de Sevilla y Barcelona en 1929 también dieron lugar a varios documentales propagandísticos que contaban los progresos de la nación en los últimos años, entre los que destacaron El resurgir de España (Antonio Calvache, 1929), de clara adscripción upetista, La España de hoy (Francisco Gargallo, 1929), que también contaba los avances del país tanto en política como en educación, economía, cultura y deporte y España ante el mundo, un film encargado personalmente por Primo de Rivera (Antonio Calvache y José Calvache).74

Los documentales de propaganda primorriverista tienen que ser enmarcados dentro de una cultura cinematográfica española profundamente nacionalista. Así en los años veinte se produjo toda una serie de películas de ficción que promocionaban valores conservadores, católicos y españolistas muy en sintonía con los mensajes que generaba la Dictadura.75 Films como Currito de la Cruz (1925), de gran éxito en taquilla y sin una explícita intencionalidad política, fomentaron una serie de imaginarios derechistas, que ampliaban el marco receptivo de la propaganda

69 Primo de Rivera, M. El pensamiento de Primo de Rivera, 259.

70 Ibid., 259.

71 Cal, R. (1998). «La Dictadura de Primo de Rivera y los documentos cinematográficos de propaganda», Historia y Vida, n. 366, 11.

72 Fernández Colorado, Luis, «La realidad de la duda», 127.

73 Ibid., 138.

74 Ibid., 135.

75 García Carrión, Marta (2013). Por un cine patrio. Cultura cinematográfica y nacionalismo español (1926-1936), PUV, 113. del Rey, Antonia (2013). «El cine como plataforma política, un sueño imposible del general Primo de Rivera», Iberic@l, n. 4, 12.

primorriverista en varios sectores sociales.76 Tanto en este tipo de películas comerciales como en la propaganda primorriverista se fomentaron, de un modo complementario, una serie de «masculinidades nacionales» vinculadas al valor, la victoria y la moral cristiana.77 Y es que en muchos aspectos la regeneración patriótica que propugnaba el régimen primorriverista pasaba por la restitución de una virilidad supuestamente perdida por la nación española años atrás. En realidad, los vínculos entre la recuperación de la virilidad patria y el resurgir nacional habían sido señalados desde el primer día de la Dictadura. En su Manifiesto al País y al Ejército, el marqués de Estella había incluido la siguiente frase: «Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar los días buenos que para la patria preparamos. Españoles: ¡Viva España y viva el Rey!».78 Esta mención a la virilidad de los sublevados mostraba claramente esa conexión entre masculinidad y regeneración nacional en la cabeza de Primo de Rivera.

Durante toda la Dictadura, la figura oficial de Primo como un líder providencial salvador de la patria llevó a menudo asociada la imagen del militar viril, de actitud caballerosa, que era, además, un buen católico y un considerado padre de familia. A Primo le gustaba presentarse ante la prensa como un hombre sencillo, que cenaba con sus hijas en casa y que, alguna noche, se acercaba desde su residencia del Palacio de Buenavista a rezar a la basílica del Cristo de Medinaceli.79 Junto a las ya mencionadas llamadas del dictador a la providencia para que le asistiera en Marruecos, el éxito del desembarco de Alhucemas fue explicado en virtud a la virilidad y la gallardía del dictador, aparentemente mucho más importante que la ayuda militar francesa a la hora de derrotar a los rifeños.80 Así, el decreto que concedía al general Primo de Rivera la Gran Cruz Laureada de San Fernando hablaba de «la voluntad férrea, el valor sereno, la prodigiosa inteligencia, [y] la competencia militar insuperable del general Primo de Rivera», quien «asumiendo gallardamente todas su responsabilidades» había conseguido guiar al Ejército español hacia la victoria.81 Tras el desembarco de Alhucemas, el mismo marqués de Estella escribió un telegrama muy gráfico al cardenal primado, dándole cuenta de la abundancia de distintivos religiosos portados por los soldados españoles. El cable, que debió hacer las delicias del cardenal, decía lo siguiente:

Me satisface poder comunicar a vuestra eminencia, después de recorrer el campamento donde trabajan rudamente 18.000 hombres buenos día y noche, no haber oído ninguna blasfemia y en cambio he visto muchos desabrochados pechos varoniles ostentar medallas y distintivos de acendrados sentimientos religiosos. Le saluda con cariño y respeto Primo de Rivera.82

La prensa oficial describió las acciones de Primo en España como llenas de «vigor» y «firmeza» y señaló que los upetistas tenían que participar en el gobierno de la Dictadura «sin caer

76 García Carrión, Marta (2020). «Cruces, toros y saetas. Casticismo y catolicismo como símbolos nacionales en el cine durante la Dictadura de Primo de Rivera», en M. C. Romeo, P. Salomón y N. Tabanera (coord..), De realtos e imágenes nacionales: las derechas españolas (siglos XIX y XX), Prensas Universitarias de Zaragoza, 102-105.

77 Ibid., 106.

78 ABC, 14-9-1923.

79 La Nación, 2-3-1929.

80 Discurso de Primo de Rivera ante las Uniones Patrióticas en el Palacio de Hielo de Madrid, 16-10-1925, en Mask, Hacia la España nueva, 205.

81 Rubio Cabeza, M. (1986). Crónica de la Dictadura, Sarpe, 205.

82 Ibid., 208.

en ñoñerías exageradas».83 Los miembros del partido gubernamental sabrían «acomodarse a la moral y a una forma urbana y caballerosa que siempre rigió en España las relaciones ostensibles entre los dos sexos. Para lo picaresco e ingenioso, o para lo soez, chabacano y obsceno, debe haber muy distinto trato por parte de las autoridades».84 Las palabras del dictador, a propósito de unas reflexiones sobre la Unión Patriótica en agosto de 1927, nos muestran también la relevancia de la virilidad militar y el deseo de seguir unos códigos tradicionales en cuestiones de género en los esquemas primorriveristas:

Muchos motejarán este escrito de romántico. No hay que negarlo ni avergonzarse de ello. No hace mucho, en unas palabras que pronuncié en el Casino de Clases de Madrid canté, lo menos mal que supe, el romanticismo como recuperación de nuestro carácter y fundamento de una moral. Los hombres que llevan con orgullo y esmero su honroso uniforme y sus modestas insignias; los que llaman a sus compañeras de vida «mi señora», o por lo menos «mi esposa», contra la chabacanería de «mi mujer», y además las (sic) ofrecen públicamente el apoyo de sus brazos viriles; que ofrendan la vida en la guerra y trabajan rudamente en la paz, que hacen culto de la lealtad al que los manda, que leen y hacen versos..., son el grado máximo existente hoy del romanticismo, que no conviene se extinga ni en la clase profesional a que aludo ni en la clase social equiparable a ella que se encuentra repartida por los talleres o ejerciendo modestas profesiones o empleos.85

Y pese a la mención a los empleos modestos, Primo asociaba esta masculinidad nacional con una clase social concreta:

Lo cierto es que en España, sin negar la existencia en la aristocracia de una élite digna de pertenecer a ella, hay una clase media, una burguesía numerosa y de amplia base, que conserva las virtudes raciales, que no se ha vestido a tenor del último figurín, pero que constituye un elemento social estimabilísimo por su vida familiar, por su actitud trabajadora, por su fe romántica en el porvenir y en el prestigio de la Patria.86

Esta masculinidad nacional promovida por el dictador y sus propagandistas tenía el objetivo de restaurar un orden social y sexual que se consideraba seriamente amenazado en la década de los veinte. Según José María Pemán, la Primera Guerra Mundial había llevado al cuestionamiento de los conceptos de nación, autoridad y familia por todo el mundo y la Dictadura había venido a satisfacer esa «sed de orden» que se daba en amplios sectores de la sociedad española.87 En la Europa latina, las soluciones pasaban, en palabras de Primo, por «restablecer el buen sentido, levantar el principio de autoridad, vigorizar la moral ciudadana, establecer normas de ordenación nacional [y] fortalecer la subordinación del individuo a la sociedad».88 Esta «masculinización de la política» buscaba contrarrestar la figura del donjuán, identificada con la falta de ideales y el caos civilizatorio. Como señaló Ramiro de Maeztu, el Tenorio representaba el orgullo egoísta, el instinto libidinoso, el desarreglo sexual que conducía al desorden social

83 La Nación, 4-7-1927.

84 La Nación, 4-7-1927.

85 La Nación, 8-8-1927.

86 La Nación, 8-8-1927.

87 Aresti, Nerea (2020). «A Fight for Real Men: Gender and Nation-Building during the Primo de Rivera Dictatorship (1923–1930)», European History Quarterly, vol. 50 (2), 250.

88 Primo de Rivera, M., El pensamiento, 307-308.

revolucionario; o, en palabras del escritor vitoriano, «No abre Don Juan la boca sin que le caiga la baba al bolchevique que vive dentro de cada hombre».89

Es dentro de este marco de promoción de una nueva masculinidad contrarrevolucionaria donde tenemos que entender las campañas moralizantes de la Dictadura contra la blasfemia, el juego, los cabarets, la homosexualidad y el consumo de cocaína; o, si se prefiere en el vocabulario más altisonante de la prensa conservadora, las «cruzadas» contra «el lujo desmedido, contra la prostitución libre, contra la plaga de invertidos, contra los espectáculos obscenos, contra las lecturas corruptoras, que incitan a las locuras de la aberración sexual, de los paraísos artificiales y que en ocasiones conducen al crimen; contra la libertad de viciosos, holgazanes y degenerados».90 Es aquí, además, donde encaja el artículo 819 del Código Penal primorriverista de 1928 que castigaba con la pena de arresto de cinco a veinte días o multa de cincuenta a quinientas pesetas a quien «aún con propósito de galantería, se dirigiese a una mujer con gestos, ademanes o frases groseras o chabacanas, o la asedie con insistencia molesta de palabra o por escrito».91 Y es, también, en este contexto en el que se explica la invitación que hicieron los primorriveristas a las mujeres para que se movilizaran a favor del régimen como madrinas del Somatén y como miembros de las secciones femeninas de la UP. Se trataba de propiciar una movilización controlada desde arriba, que integrase a las mujeres en la reafirmación de la patria primorriverista, pero delimitando un espacio femenino propio y sin que se permitiera cuestionar el modelo de masculinidad nacional en ningún momento.92

En cualquier caso, las contradicciones del modelo de masculinidad nacional primorriverista y la vida privada del dictador no pasaron desapercibidas a amplios sectores de la opinión pública. Frente al buen padre de familia de estricta moral católica que Primo decía ser, los rumores de sus amoríos varios que corrían por toda España daban una imagen muy distinta del dictador. En ocasiones, ni siquiera eran rumores. En una biografía autorizada de Primo de Rivera publicada en 1926, el periodista de ABC Andrés Révész escribía:

Ha sido muy amador. En sus amores los hubo altos y plebeyos. De los primeros poco ha transcendido —es muy reservado en esta materia— salvo el que tuvo a su esposa, mujer de singular virtud y belleza. Vivió pocos años y fue elegida por imperativo impulso del corazón del hombre que hoy nos gobierna. Más democrático, tuvo un nuevo amor, ya de viudo, con una mujer muy chula y muy madrileña, que lució su gracia y su garbo como camarera en una afamada cervecería madrileña. Se dice de él que ha sido un gran enamorado, que ha amado mucho, pero… también se dice que ha preferido el mariposeo a la constancia.93

Frente a la crítica moralizante de la Dictadura de las vidas licenciosas de aquellos clientes habituales de cabarets y cafés cantantes, la afición a las fiestas y la adicción al juego del dictador a buen seguro socavaba el mensaje oficial. Frente a las campañas contra el consumo de estupefacientes, el escándalo de la Caoba mostró que el marqués de Estella estaba dispuesto a violar el proceso judicial para sacar de la cárcel a una amiga —algunos hablaron de amante— acusada de

89 Las palabras de Maeztu, en Aresti, Nerea (2018). «La peligrosa naturaleza de Don Juan. Sexualidad masculina y orden social en la España de entreguerras», Cuadernos de Historia Contemporánea, n.º 40, 14.

90 El entrecomillado, en La Acción 24-4-1924. La campaña contra el juego, en La Acción 12-3-1924.

91 Gaceta de Madrid, n. 257, 13-9-1928, 1523.

92 Aresti, N. «A Fight for Real Men», 248-265.

93 Révész, Frente al dictador, 44-45.

prostitución y tráfico de drogas. En varios aspectos, Primo era el donjuán que tanto criticaban sus propagandistas. Y, aunque algunos historiadores han señalado que fue precisamente su afición por las mujeres y el vino lo que le hizo popular, lo cierto es que la imagen pública que el dictador promovía de sí mismo estaba a años luz del personaje del Tenorio.94 En cualquier caso, lo que es seguro es que los rumores y los escritos sobre la vida disipada del dictador socavaron la efectividad de la propagación de la imagen de Primo de Rivera como figura carismática.

Esto no quiere decir que, a finales de los años 20, el primorriverista fuera un régimen carente de popularidad. En 1928, los informes de la embajada italiana en Madrid hablaban de un amplio apoyo popular al primorriverismo. Para el embajador, Giuseppe Medici, la Dictadura contaba con «las simpatías de la mayoría de la nación que indiferente, por atávica tendencia del alma española, a las luchas político-parlamentarias, se adapta hoy con espíritu receptivo a la duradera tranquilidad interna y a la difusa prosperidad económica que pocos años de gobierno fuerte han visiblemente asegurado al país».95 Pero los informes italianos también advertían de que, pese a la admiración de Primo por el fascismo, la UP no dejaba de ser una «palidísima imitación de los Fasci». En Italia, escribía el embajador, los Fasci habían creado el régimen, mientras que en España era el régimen el que había formado a la UP. El Somatén tampoco se parecía mucho a la Milicia Voluntaria italiana, al tener menos miembros, menos armamento, menos disciplina y, sobre todo, porque carecía de la fuerza y cohesión espiritual de los paramilitares fascistas. El cónsul italiano en Barcelona fue un poco más allá y, a principios de enero de 1929, informaba a Roma de que la Unión Patriótica era «una creación ficticia querida por la Dictadura para formarse una clientela política más allá del círculo restringido de las esferas militares al que el pronunciamiento debió su éxito» y de que su influencia en la vida política española era prácticamente irrelevante.96

Los análisis de los diplomáticos italianos sobre el apoyo amplio, pero un tanto pasivo, de la mayoría de los españoles al régimen primorriverista venían a coincidir, en gran medida, con la visión de la embajada francesa en Madrid, que, en 1927, hablaba ya de que el régimen se mantenía sin problemas gracias a la «indiferencia nacional» de los españoles.97 En ambos casos, a lo que se apunta es a un apoyo somero, una especie de aquiescencia, en amplios sectores de la sociedad española. Mientras las cosas le fueron bien políticamente a Primo, este respaldo popular superficial pareció ser suficiente y le dio la falsa sensación al dictador de que su apoyo era más consistente de lo que posteriormente resultó. Porque una vez que la Dictadura tuvo que hacer frente a una serie de crisis a lo largo de 1929, la levedad del apoyo popular al dictador se hizo muy aparente, incluso entre aquellos que eran miembros de la UP y el Somatén. Cuando en enero de 1929 se produjo la insurrección de Ciudad Real, los miembros del partido y la milicia se quedaron en casa. Fue el Ejército quien tuvo que encargarse de controlar la sublevación. Primo se sintió profundamente molesto con la pasividad del partido y la milicia.98 El marqués de Estella comprendió entonces que sus seguidores servían para desfilar y aclamar al líder nacional por las calles, pero no para defender su régimen. Además, la intensificación de la revuelta estudiantil en la primavera de 1929

94 Según Ben Ami, la afición de Primo «a las fiestas, al vino y a las mujeres, así como a la buena mesa, su casi quijotesca prontitud en luchar por lo que sinceramente creía ser una noble causa, todo esto constituía un atractivo constante para la masa, y la masa aplaudía». Ben-Ami, S. La dictadura de Primo de Rivera, 113.

95  Avilés Farré, Juan (2017). «Un pálido reflejo del fascismo: la dictadura de Primo de Rivera en los informes diplomáticos italianos», Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 16, 77.

96 Ibid., 77.

97 Herrerín López Ángel y Sueiro Seoane, Susana (2017). «¿Quantité négligeable o rival terrible?: la imagen francesa de la España primorriverista», Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, núm. 16, 20.

98 Calvo Sotelo, J., Mis servicios al Estado, 226.

demostró la incapacidad de las Juventudes de UP para plantarle cara a una oposición que le estaba arrebatando las calles al partido.99 A diferencia de Mussolini, Primo fue incapaz de movilizar la milicia y el partido cuando su régimen se vio atacado.100 Esto no solo muestra un grado muy inferior de compromiso político por parte de los miembros del partido oficial y los paramilitares españoles hacia el régimen primorriverista que el que demostraban los Fasci, sino también que el nivel de respaldo popular de Primo era, en líneas generales, más bajo que el de Mussolini, quien sí pudo movilizar a sus incondicionales en momentos de crisis.

La capacidad de movilización en situaciones de crisis puede ser un buen indicador de la calidad de los procesos de «carismatización». No cabe duda de que el régimen primorriverista intentó elaborar un culto al líder y movilizar a amplios sectores de la población, pero muy pocos de aquellos que asistieron a los actos patrióticos de la UP y a las ceremonias donde se bendecían las banderas del Somatén estaban dispuestos a jugarse el tipo por el marqués de Estella y a defender al régimen con las armas. El nivel de compromiso político de un upetista comparado con un fascista italiano era pequeño. Algunos datos avalan la «baja calidad» de la militancia primorriverista. El hecho de que el diario oficioso La Nación tuviera una tirada de meramente cincuenta mil ejemplares y la revista del partido, Unión Patriótica, solo vendiera quince mil copias nos indica que la inmensa mayoría de los miembros de un partido como la UP, que a la altura de 1927 decía tener más de 1.600.000 afiliados, ni se molestaba en leer la prensa oficial.101 Los informes de los jefes provinciales de la UP tampoco dejaban lugar a dudas. En abril de 1929, por ejemplo, el jefe provincial de la UP de Barcelona, Andrés Gassó y Vidal, informó amargamente al dictador de la inacción de sus militantes. En una descarnada carta al jefe nacional, Gassó escribió que el 90% de los miembros del partido se sentían «indiferentes» o «decepcionados» con el régimen. Otro 5%, continuaba Gassó, iba a los centros del partido solo para leer el periódico y jugar a las cartas y el 5% restante deseaba «actuar de buena fe», pero debido a la falta de asistencia de sus jefes, su entusiasmo no podía materializarse.102

Los fascistas italianos también se dieron cuenta de cuáles eran los principales problemas del primorriverismo para crear un potente culto al líder, una figura carismática y un apoyo popular sólido. Un informe elaborado para el Duce por uno de sus ayudantes en octubre de 1929 comparaba de un modo muy agudo cuál había sido el desarrollo de ambas dictaduras. Las conclusiones fueron demoledoras:

Pero la Revolución Fascista ha sido pasión, lucha, sangre y tenía en sí tres elementos, sin los cuales es muy difícil que se produzca el milagro de infundir a un pueblo una nueva norma de vida: una guerra vencida, un condottiero (caudillo guerrero), un mito. El meritorio movimiento de Primo de Rivera en España, en cambio, aunque haya sido indiscutiblemente algo más que una crisis ministerial, ha sido ciertamente mucho menos que una revolución. Faltaba la guerra vencida; el mito estaba terriblemente ausente como lo ha demostrado la patética prueba del intento de construcción de un «partido patriótico» sin ánimo y sin empuje, y el condottiero no puede decirse que haya sido más que un caballero enérgico e inteligente, que además no tenía unos seguidores numerosos ni entusiastas, y se ha visto más frenado que estimulado en muchas de sus iniciativas.103

99 Quiroga A. (2005). «Perros de paja: las Juventudes de la Unión Patriótica», Ayer, 59 (3), 69-96.

100 Tarchi, M. (2003). Fascismo. Teorie, interpretazioni e modelli. Laterza, 146-148.

101 Gómez-Navarro, J. L. (1991). El régimen de Primo de Rivera: reyes, dictaduras y dictadores, Cátedra, Madrid, 233.

102 La carta de Gassó a Primo, 20-4-1929, en AHN, Presidencia, legajo 446, caja 1.

103 Avilés, J., «Un pálido reflejo del fascismo», 85.

El nivel de compromiso de los militantes de partidos oficiales en las dictaduras vino dado, en cierto modo, por la propia naturaleza del régimen y el vínculo que se establece con el líder. En los regímenes puramente fascistas se produjo un doble proceso de «carismatización».104 En Italia y Alemania asistimos a una «carismatización genuina», que creó una «comunidad carismática» de unos pocos seguidores, normalmente los militantes más veteranos del partido, imbuidos de una mística del Führerprinzip propia de la ideología fascista. Este tipo de militantes, que había en muchos casos conocido al líder antes de que se convirtiera en dictador, fue el que se mantuvo leal al caudillo incluso en los momentos de máxima adversidad. Así, el apoyo que prestaron los gerarchi fascistas a Mussolini en el invierno de 1942-1943, cuando eran plenamente conscientes de que el Duce era incapaz de defender ni el partido ni el país, refleja la existencia de una comunidad original en la que el carisma del líder seguía ejerciendo un influjo potente.105 En el caso de Hitler, el Führer fue capaz de generar ciertos niveles de adoración popular en fechas tan tardías como 1943 y 1944, en unos años en el que las derrotas militares anunciaban el derrumbe del proyecto nacionalsocialista.106

Junto a este proceso de carismatización genuina se dio en las dictaduras fascistas un proceso de «carismatización basado en el culto al líder». Se trataba de un proceso manufacturado desde el poder, que se produjo también en todas las dictaduras contrarrevolucionarias europeas del período de entreguerras. Este culto al líder se puso en marcha de un modo racional desde arriba, pero en el caso de las dictaduras contrarrevolucionarias no emanó de una comunidad carismática preexistente a la toma de poder.107 A diferencia de la Italia de Mussolini y de la Alemania de Hitler, el régimen de Primo de Rivera construyó la figura carismática del líder español enteramente desde el poder. El primorriverismo no nació como un grupo fascista de oposición a la democracia en el que un grupo de miembros fundadores desarrollaron una «comunidad carismática» antes de que el partido llegara al poder. En septiembre de 1923, Primo de Rivera carecía de base política. La creación de la UP fue precisamente un intento de dotarse de una. Sin embargo, la propia naturaleza oficial del partido hizo que la calidad del compromiso de los militantes fuera mínima. A la altura de 1926, los dirigentes del régimen ya tenían claro que la UP era el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de las ambiciones personales de muchos de sus afiliados. En diciembre de ese año, los generales Joaquín Milans del Bosch y Emilio Barrera hicieron un llamamiento público para que se purgara el partido y se expulsara a «todos aquellos que se hubiesen afiliado a la UP de mala fe».108 Una vez caído el régimen, José Calvo Sotelo señaló que el problema principal de la UP había sido precisamente su carácter oficial, ya que atrajo a muchas personas que querían beneficiarse de su afiliación al partido, pero que no se sentían comprometidas con el régimen, ni con su líder.109 Con semejantes mimbres era difícil que el cesto primorriverista no se desfondara en los momentos complicados.

§

104 Sigo aquí la división de A. Kallis en «Fascism, ‘Charisma’ and ‘Charismatisation’», 29-33.

105 Colarizi, S. (1991). L’opinione degli italiani sotto il regime,1929–1943. Laterza, 193–197.

106 Kershaw, I. (2011). The End: Hitler´s Germany, 1944-45, Allen Lane y también (2003). El mito de Hitler. Imagen y realidad en el Tercer Reich, Paidós; Welch, D. (1993). The Third Reich: Politics and Propaganda, Routledge.

107 Kallis, A. «Fascism, ‘Charisma’ and ‘Charismatisation’», 34.

108 Unión Patriótica, 1-12-1926.

109 Como reconoció Calvo Sotelo en Calvo Sotelo, J. (1974). Mis servicios al Estado. Seis años de gestión. Apuntes para la historia, Instituto de Estudios de la Administración Local, 331-332.

Referencias

Aresti, N. 2018. “La peligrosa naturaleza de Don Juan. Sexualidad masculina y orden social en la España de entreguerras», Cuadernos de Historia Contemporánea (40), pp. 13-31.

~ 2020. “A Fight for Real Men: Gender and Nation-Building during the Primo de Rivera Dictatorship (1923–1930)”, European History Quarterly, (50:2), pp. 248-265.

Avilés, Juan, 2017. “Un pálido reflejo del fascismo: la dictadura de Primo de Rivera en los informes diplomáticos italianos”, Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea (16), pp. 69-90.

Baker, R., 2001. Legitimating Identities. The Self-Presentations of Rulers and Subjects, Cambridge University Press, Cambridge.

BEN-AMI, S. 1983. La dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930, Planeta, Barcelona.

Biskupski, M. B. B., 2012. Independence Day: Myth, Symbol, and the Creation of Modern Poland, Oxford University Press, Oxford.

Breuilly, J., 2011. “Max Weber, charisma and nationalist leadership», Nations and Nationalism, (17:3), pp. 477-499.

Cal, R., 1998. “La Dictadura de Primo de Rivera y los documentos cinematográficos de propaganda”, Historia y Vida (366), pp. 4-15.

Calvo Sotelo, J., 1974. Mis servicios al Estado. Seis años de gestión. Apuntes para la historia, Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid.

Carr, R., 1970. España 1808-1939, Ariel, Esplugues de Llobregat.

Casassas, J., 1983. La Dictadura de Primo de Rivera (1923 1930). Textos, Anthropos, Barcelona.

Colarizi, S., 1991. L’opinione degli italiani sotto il regime,1929–1943, Laterza.

Cortés Cavanillas, J., 1929. La dictadura y el dictador. Rasgos históricos, políticos y psicológicos, Talleres Tipográficos Velasco, Madrid.

Costa Fernández, LL., 2013. “Comunicación y propaganda durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)”, Historia y Comunicación Social (18), pp. 385-396.

Costa Pinto, A., 2002. “Elites, Single Parties and Political Decision-making in Fascist-era Dictatorships”, Contemporary European History (11), pp 429-454.

Costa Pinto, A.; Larsen S. U., 2006. “Conclusion: Fascism, Dictators and Charisma”, Totalitarian Movements and Political Religions (7:2), pp. 251-257.

De Armiñán, J. M., De Armiñán, L. (Comp.), 1930. Epistolario del dictador. La figura del general Primo de Rivera trazada por su propia mano, Javier Morata, Madrid.

Del Rey Reguillo, A. 2013. “El cine como plataforma política, un sueño imposible del general Primo de Rivera”, Iberic@l (4), pp. 11-23.

Eatwell, R., 2006. “New Styles of Dictatorship and Leadership in Inter-War Europe”, Totalitarian Movements and Political Religions (7:2), pp. 127-137.

~ “The Concept and Theory of Charismatic Leadership”, Totalitarian Movements and Political Religions (7:2), pp. 141-156.

Fernández Clemente, E., 1984. “Retórica regeneracionista y pseudocostismo en la Dictadura de Primo de Rivera”, en AA.VV. El legado de Costa, Ministerio de Cultura/Diputación General de Aragón, Zaragoza, pp. 139-173.

Fernández Colorado, L., 2001 “La realidad de la duda: el cine español de propaganda en los albores de la II República”, Cuadernos de Historia Contemporánea (23), pp. 125-140.

García Carrión, M., 2013. Por un cine patrio. Cultura cinematográfica y nacionalismo español (1926-1936), Publicacions de la Universitat de València, València.

~ 2020. “Cruces, toros y saetas. Casticismo y catolicismo como símbolos nacionales en el cine durante la Dictadura de Primo de Rivera”, en ROMEO, M. C.; SALOMÓN, P. y TABANERA, N. (coord.). De relatos e imágenes nacionales: las derechas españolas (siglos XIX y XX), Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, pp. 91-112.

Garitaonandía, C., 1986. “La radiodifusión durante la Dictadura de Primo de Rivera. Los orígenes»”, en GARCÍA DELGADO, J. L. (ed.). La crisis de la Restauración. España, entre la primera guerra mundial y la II República, Siglo XXI, Madrid, pp. 370-372.

Gentile, E., 1996. The Sacralization of Politics in Fascist Italy, Harvard University Press, Cambridge (MA), Londres.

Gómez-Navarro, J. L., 1991. El régimen de Primo de Rivera: reyes, dictaduras y dictadores, Cátedra, Madrid.

González Calbet, M. T., 1987. La Dictadura de Primo de Rivera. El directorio militar, El Arquero, Madrid.

Hein-Kirchner, H., 2002. Der Piłsudski-Kult und seine Bedeutung für den polnischen Staat 1926-1939, Herder-Institut, Marburg.

Herrerín López, A.; Sueiro Seoane, S., 2017. “¿Quantité négligeable o rival terrible?: la imagen francesa de la España primorriverista”, Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea (16), pp. 17-45.

Imbriani, A. M., 1992. Gli italiani e il Duce. Il mito e l’immagine di Mussolini negli ultimi anni del fascismo (1938-1943), Liguori.

Kallis, A., 2006. “Fascism, ‘Charisma’ and ‘Charismatisation’: Weber’s Model of ‘Charismatic Domination’ and Interwar European Fascism”, Totalitarian Movements and Political Religions (7:1), pp. 25-43.

Kershaw, I., 2003. El mito de Hitler. Imagen y realidad en el Tercer Reich, Paidós, Barcelona.

~ 2011. The End: Hitler´s Germany, 1944-45, Allen Lane.

Mask, 1925. Hacia la España nueva: pasado, presente y porvenir del Directorio Militar, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid.

Melograni, P., 1979. “The Cult of the Duce in Mussolini’s Italy”, en MOSSE, G. L. (ed.). International Fascism, Sage, Londres, pp. 73–90.

~ Mirando al futuro (febrero de 1929): Artículos inspirados por el General Primo de Rivera. Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana, Madrid.

Morales Tamaral, J. M., 2016. “A la conquista de las masas. Los orígenes de la propaganda estatal en la España de entreguerras, 1917-1936”, Rubrica Contemporánea (5:10), pp. 65-83.

Musiedlak, D., 2010. Mussolini: le grand dessein à l’épreuve de la réalité, Parlement[s], Revue d’histoire politique (13), pp. 51-62.

Ouimette, V., 1976. “Unamuno, Blasco Ibáñez and España con Honra”, Bulletin of Hispanic Studies (53:4), pp. 315-322.

Passerini, L., 1991. Mussolini immaginario. Storia di una biografia, 1915-1939, Laterza, Bari.

Pemartín, J., 1928. Los valores históricos en la dictadura española. Arte y Ciencia, Madrid.

Pérez, D., 1930. La Dictadura a través de sus Notas oficiosas, CIAP, Madrid.

Pollard, J., 1998. “Mussolini’s Rivals: The limits of the Leadership Cult in Fascist. Italy, New Perspective, (4:2), pp. 26-29.

Primo de Rivera, M., (s.f.). Disertación ciudadana, Imprenta Clásica Española, Madrid.

~ 1929. El pensamiento de Primo de Rivera. Sus notas, artículos y discursos, Sáez Hermanos, Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana, Madrid.

Quiroga A., 2005. “Perros de paja: las Juventudes de la Unión Patriótica”, Ayer, (59:3), pp. 69-96.

Révész, A. 1926. Frente al dictador, Biblioteca Internacional, Madrid.

Ridolfi, M., 2003. Le feste nazionali, Il Mulino, Bolonia.

Rospir, J. I., 2017. “Estudio preliminar”, en DE LA IGLESIA, C., La censura por dentro, (1930), Fragua, pp. xxii-xxix.

Rubio Cabeza, M., 1974. Crónica de la Dictadura, Nauta, Barcelona.

Tarchi, M., 2003. Fascismo. Teorie, interpretazioni e modelli, Laterza, Bari.

Tarduchy, E. R., 1929. Psicología del dictador, Sáez Hermanos, Madrid.

Turbucz, D. 2018. “Miklós Horthy in Poland. Official visit, image of charismatic leader and his leader cult. The Hungarian interpretation”, Hungarian Studies (32), pp. 291–304.

Weber, M., 1978. Economy and Society. An Outline of Interpretive Sociology, University of California Press.

Welch, D., 1993. The Third Reich: Politics and Propaganda, Routledge.

§

Alejandro Quiroga Fernández de Soto es doctor en ciencias políticas por la London School of Economics, Investigador Senior Beatriz Galindo en la Universidad Complutense de Madrid y Reader en Historia de España en la Newcastle University. Sus trabajos se centran en el estudio de los nacionalismos y las identidades nacionales en la España del siglo XX y XXI. Es autor de Los orígenes del Nacionalcatolicismo (Comares 2006), Haciendo Españoles. La nacionalización de las masas en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales 2008) España reinventada. Nación e identidad desde la Transición (Península 2007), con Sebastian Balfour, y Goles y banderas. Fútbol e identidades nacionales en España (Marcial Pons 2014). Su último libro es Miguel Primo de Rivera. Dictadura, populismo y nación (Crítica 2022)

§

Fecha de recepción: 29/10/2022

Fecha de aceptación: 26/11/2022

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2022.15.2

Revista catalana d’història 15 (2022), 20-39