Revista catalana d’història 17 (2024), 186-210
Tras finalizar la Gran Guerra: España, un Estado sin política deportiva (1919-1923)
Xavier Torrebadella Flix
Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Sant Cugat del Vallès
http://orcid.org/0000-0002-1922-6785
Resumen
Para España, los cinco años que transcurren entre la finalización de la Primera Guerra Mundial y la dictadura de Miguel Primo de Rivera representan una escalada en la crisis política de la Restauración. En la coyuntura europea, las estructuras institucionales y gubernamentales de la educación física y el deporte fueron reforzadas en las principales naciones. En España, los elementos privados de la cultura física deseaban que el Gobierno interviniese de igual modo que lo estaban haciendo otros países. Sin embargo, la ignorancia y el desdén de los partidos dinásticos a la hora de resolver el llamado “problema de la educación física” no solamente eran manifiestos, sino que, además, situaban al país en un contexto de frustración, inferioridad y vergüenza. En esta concreción se centra el objetivo del presente análisis, que aborda los discursos y problematizaciones que incidieron en la mencionada cuestión. La revisión documental de fuentes primarias periodísticas es fundamental para percibir el momento histórico, pero, además, los últimos estudios permiten inferir una hermenéutica en un campo inexplorado de la política y el deporte. Se concluye que la falta de democracia y los miedos subyacentes a una revolución social y a la ruptura de España obstaculizaron el proceso de culturización física y deportiva del país. Esto sucedía en un periodo clave de la historia del deporte internacional, al reanudar los Juegos Olímpicos en la nueva resignificación del deporte de posguerra. La poca visión estratégica del Gobierno conservador impidió que percibiera las oportunidades del momento histórico para fortalecer el nacionalismo español.
Palabras clave: deporte, educación física, Juegos Olímpicos, España
Resum
Després de la Gran Guerra: Espanya, un Estat sense política esportiva (1919-1923)
Per a Espanya, els cinc anys que transcorren des del final de la Primera Guerra Mundial fins a la dictadura de Miguel Primo de Rivera representen una escalada en la crisi política de la Restauració. En la conjuntura europea, les estructures institucionals i de govern de l’educació física i l’esport es van reforçar a les principals nacions. A Espanya, els elements privats de la cultura física volien que el Govern intervingués de la mateixa manera que succeïa en altres països. No obstant això, la ignorància i el menyspreu dels partits dinàstics a l’hora de resoldre el problema de l’educació física no només van manifestar-se, sinó que també van situar el país en un context de frustració, inferioritat i vergonya. En aquesta afirmació se situa l’objectiu d’aquest estudi, que analitza els discursos i els problemes que van influir en l’esmentat problema. La revisió documental de fonts periodístiques primàries és essencial per percebre el moment històric, però, a més, els darrers estudis permeten deduir una hermenèutica en un camp inexplorat de la política i l’esport. Es conclou que la manca de democràcia i les pors subjacents a una revolució social i al trencament d’Espanya van dificultar el procés de cultura física i esportiva del país. Això va passar en un període clau de la història de l’esport internacional, en reprendre els Jocs Olímpics a la nova conjuntura de l’esport de postguerra. La poca visió estratègica del Govern conservador va impedir que pogués apreciar les oportunitats del moment històric per reforçar el nacionalisme espanyol.
Paraules clau: esport, educació física, Jocs Olímpics, Espanya
Abstract
After the Great War: Spain, a country with no sports policy (1919-1923)
For Spain, the five years from the end of World War I to Miguel Primo de Rivera dictatorship represent an escalation of the political crisis surrounding the Restoration. In the major nations of Europe, the institutional and governmental structures of physical education and sport were reinforced. In Spain, the private factions of physical culture wanted the Government to act in the same way other countries were doing. However, the ignorance and indifference of the dynastic parties regarding the so-called “problem of physical education” were not only evident, but also left the country in a context of frustration, inferiority and shame. The main purpose of this analysis is to examine this question, and address the discourse and problematisation that influenced it. A review of primary journalistic sources is essential to appreciate this moment in history, and recent studies have unveiled a wealth of archive material in an unexplored field of politics and sport. The conclusion is that the lack of democracy and the underlying fears of social revolution and the break-up of Spain hindered the process of physical and sporting acculturation in the country. This happened during a key period in the history of international sports, when the Olympic Games resumed just as sport was taking on a new meaning in the post-war era. The conservative government’s lack of strategic vision meant it failed to seize the opportunities of the historical moment to strengthen Spanish nationalism.
Keywords: sport, physical education, OIlympic Games, Spain
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1. Introducción
La historia política del deporte y de la educación física no ha sido en España un tema reclamante. Si bien el periodo franquista ha suscitado algunos estudios, no puede decirse que otras etapas despierten demasiado interés. Los trabajos vinculantes entre política y deporte anteriores a 1939 son escasos y se limitan a indagar en torno a los nacionalismos vasco y catalán (Pujadas y Santacana 1995; Diaz Noci 2000; Santacana 2019). Entre otros, destaca la significativa aportación de Francisco de Luis sobre Historia del deporte obrero en España (González-Aja 2011; De Luis 2019; Torrebadella y Esparza 2020). En verdad, a pesar del avance reciente sobre la historia del deporte en España, no solamente se echa en falta la necesidad de estudiar la génesis de los deportes concretos (Esparza 2019), sino también indagar otros aspectos que exploren más allá de los acontecimientos y las efemérides. Asimismo, en general, los estudios anteriores a 1939 son escasos, es decir, desde los inicios del deporte dieciochesco hasta el final de la Guerra Civil. La mayoría aluden al entorno futbolístico, con algunas aportaciones relevantes (Castro 2012; Turuzeta 2012), aunque también se localizan otros deportes (Puyalto y Martínez 2000; Martínez Embit 2007). No obstante, hay que destacar la irrupción de trabajos que penetran en la historia social del deporte y que han contribuido a fortalecer el campo específico (Pujadas y Santacana 1990; Pujadas y Santacana 2001; Rivero 2005; Almeida 2006; Sirera 2008; Domínguez Almansa 2009; Pujadas 2010; Pujadas 2011). Es a partir de estas aportaciones que se han considerado otros estudios más precisos; verbigracia, los orígenes locales del deporte (Mota 2020a, 2020b, 2020c), la prensa deportiva, el olimpismo español (Martialay 2000; Tamayo 2018; Pujadas 2006; Arrchea 2018), el asociacionismo deportivo (Pujadas y Santacana 2012; Torrebadella-Flix y Olivera-Betrán 2013; Torrebadella-Flix, Olivera-Betrán y Bou 2015), la proyección de discursos ideológicos (Torrebadella 2014; Torrebadella 2016; Torrebadella-Flix y Olivera 2016; Torrebadella-Flix y Vicente-Pedraz 2017; Torrebadella y Arrechea 2016 y 2017; Torrebadella 2019) y las perspectivas de género (Justribó 2014; García García 2015; López Villar 2017).
En el proceso de deportivización de la sociedad española, el periodo que se inicia al finalizar la Primera Guerra Mundial, desde los cinco años posteriores hasta la dictadura de Miguel Primo de Rivera, presenta un denominador común. Son los años que caracterizan la crisis política de los partidos dinásticos de la Restauración y, en el campo internacional, se revela la significativa representación que adquieren la cultura física y el deporte en la configuración de la coyuntura y las estructuras fundacionales de las principales naciones de Europa. Sobre este periodo se sitúa el objetivo de estudio, que aborda y analiza los discursos y las problematizaciones emanadas alrededor del llamado “problema de la educación física” y que interpelaron a la corresponsabilidad del Estado español en la mencionada cuestión.
En cuanto al diseño metodológico, ha sido preciso revisar las fuentes periodísticas primarias para apreciar los discursos políticos explícitos y subyacentes. Obviamente, la revisión y concatenación de estudios recientes y otros conexos hacen posible una indagación e interpretación histórica inédita entre los vínculos política y deporte.
2. La raíz del problema y el lastre de la crisis finisecular
La crisis de finales del siglo xix puso en evidencia la virilidad de la nación española. Desde entonces una generación de “apóstoles” de la educación física, instituidos con voz propia, no cesaron de solicitar a los distintos gobiernos las ayudas de protección y de inversiones económicas para resolver lo que llamaron el “problema nacional de la educación física” (Torrebadella 2014 y 2020) o, como mencionaba el profesor Marcelo Sanz Romo (1849-1952), el “problema de la educación física de la raza” (Sanz 1899, p. 9).
Este y otros profesores denunciaron profusamente la situación en la que se encontraba la educación física en España. Sobre ello, en el mismo Congreso de los Diputados, caía la vergüenza al reconocer cuál era la situación de la juventud española, “cuando de los reclutas que debieron ingresar en el ejército, el 63% fueron declarados inútiles”, “hombres sin pecho y sin brazos para siquiera sostener el máuser”. Si bien el problema se presentaba complejo, como sostenía el ministro de Instrucción Pública, Santiago Alba, para el diputado Rivas Mateos el ejemplo a seguir se hacía evidente: “Necesitamos trasplantar a España aquellas costumbres que tan fuertes hicieron a las razas anglosajona, germana y escandinava”.1
El profesor Marcelo Sanz, en uno de los numerosos artículos en La Correspondencia Militar, se lamentaba de que el Gobierno, en las cuentas generales de 1878 a 1879, invirtiese la desorbitada suma de 4.651.331 pesetas en la construcción del hipódromo de la Castellana y la mejora de la cría caballar, pero se preguntaba:
¿Cuándo se crearán laboratorios de experimentación sobre educación física del hombre? ¿Cuándo creerá el poder público que debe establecerse un Instituto de Educación Física? ¿Cuándo le parece al señor ministro de Instrucción Pública que es momento oportuno para incorporar a todos los grados de la enseñanza la gimnasia corporal, como elemento de cultura, de vigor y de higiene, o como dice la excelente fórmula de Spencer, “para formar una moralidad física que sea el sostén de la moral y el mejoramiento de la inteligencia?” (Sanz 1913, pp. 122-123).
Las manifestaciones de Sanz —ahora secretario del Comité Olímpico Español (COE), que presidía el marqués de Villamejor— después del Congreso Internacional Olímpico de Lausana (Congreso de Psicología y Filosofía Deportiva), al que asistió de forma oficial nombrado por el conde de Romanones, eran claras: “El Estado, que es intervencionista en lo que a instrucción se refiere, en educación física ha hecho poco y malo, puesto que su intervención solo ha servido para entorpecer la acción privada o anularla”.2
En la coyuntura interna española, el impacto de la Primera Guerra Mundial provocaba una excitada disputa. Por un lado, había quienes aspiraban a que el reformismo, el republicanismo y el autonomismo marcarían el devenir de una nueva España (aliadófilos), pero, por otro, se encontraban los defensores de la España autocrática y feudal (germanófilos), que intransigentemente se resistían; el riesgo de una guerra civil entre las “dos Españas” era posible (Araquistaín 1918, p. 1; Juliá 2015, p. 171).
Si efectivamente la Primera Guerra Mundial sacó a debate la necesidad de encauzar una política deportiva que garantizase el desarrollo físico de la juventud, aparte de los discursos
1 Educación física de la juventud española. Diario de las Sesiones de Cortes, n.º 144, 21-6-1912, 4027-4033.
2 Por la educación física. Mejoremos la raza. La Correspondencia de España, 29-7-1913, 4.
ideológicos subyacentes en la prensa deportiva y de noticias (Torrebadella 2016), los partidos dinásticos eludían el problema en las Cortes. En términos generales, puede decirse que a principios del siglo xx la sociedad española estaba ausente del movimiento gimnástico y deportivo internacional. La evidencia fue la ausencia de cualquier representación española en los JJ. OO. Luego, cuando en 1920 España participó en Amberes —los llamados Juegos Olímpicos de la Paz—, la política hizo caso omiso de los desafíos de la nueva modernidad de entreguerras. Estamos hablando del anacronismo de no intervenir en una política civil y militar de promoción de la cultura física y deportiva, aspecto que todos los países aliados emprendieron, del mismo modo que lo hicieron las potencias derrotadas en la guerra mundial. Efectivamente, como apunta Bahamonde, en España “el deporte no fue entendido como un elemento de cohesión, y los poderes públicos apenas concedieron atención al fenómeno deportivo como práctica ni como espectáculo” (Bahamonde 2011, p. 122).
En España, desde 1871 se había instalado en el marco mental del Ejército la idealización de concebir una educación física de orientación prusiana o, dicho de otro modo, el deseo de hacer de todo ciudadano un patriota militar, pues se pretendía hermanar el nacionalismo español con los valores militares tradicionales (Jensen 2014, p. 59).
A finales de 1919 se estableció la Escuela Central de Gimnasia del Ejército de Infantería en Toledo (ECG, 1919-1936), siguiendo el modelo de la École Normale de Gymnastique et d’Escrime de Joinville-le-Pont. El propósito no consistía únicamente en extender la cultura física a todo el Ejército, según Torrebadella, sino que también se ambicionaba construir “los dispositivos disciplinares de las masas” e inventar tradiciones con el objetivo de “españolizar, reclutar y armar a la sociedad civil” (Torrebadella 2019, p. 206).
Ahora bien, esta política colisionaba con el disentimiento de la población subalterna y obrera, y también ante los nacionalismos periféricos en disputa política. Por consiguiente, para una gran parte del país se trataba de uno de los tantos sutiles mecanismos de violencia del Estado. La asignación del poder político a la ECG para planificar y dirigir la cultura física del país también era vista como una injerencia al talante liberal y democrático del asociacionismo deportivo. Así, se presentaba una incapacidad gubernamental de ofrecer prerrogativas al asociacionismo deportivo, sobre todo al que se manifestaba en las clases medias, puesto que el asociacionismo deportivo obrero apenas podía visibilizarse en un reducido número de entidades (De Luis 2019). España no seguía la estela de otros países, que históricamente se habían mostrado naciones enemigas. Imitar las modas de la “protestante” Inglaterra o de la “atea” y “liberal” Francia no entraba en el mapa mental de muchos políticos. Además, aquí hay que añadir el chasco de las derechas al evidenciar la derrota de Prusia. Ahora, el mismo conde de Romanones (1920), cabeza del Partido Liberal —que se había declarado aliadófilo—, resaltaba las convenientes reformas adoptadas por el Ejército francés, el cual se había mostrado superior al prusiano.
En España, en el corpus de las fuerzas vivas —herederas del pensamiento mesiánico de Donoso Cortes (Villacañas 2017)— había un verdadero miedo al progreso social. De aquí que todo cuanto significase una ventaja al desarrollo de las clases obreras y campesinas era dar oxígeno a la revolución de las masas, a la república, al socialismo y al ateísmo. No sería equivocarse reconocer que había un auténtico miedo a la democracia. Consecuentemente, en este paradigma, el asociacionismo deportivo que imitaba estilos de las sociedades anglosajonas —el self-government y el parlamentarismo democrático— no era bien recibido por los partidos dinásticos sujetos a turno político, sobre todo en el ala conservadora. Tampoco parecía ser conveniente seguir el proyecto de la aristocracia liberal europea que lideraba el barón de Coubertin. No obstante, en España, donde no existía un turnen tipo alemán con simbolismos patrióticos (Mosse 2005), ni los batallones infantiles ni las asociaciones de Tiro Nacional o los Exploradores de España (boy scouts) servían para neutralizar la pujanza del nacionalismo catalán (Moreno Luzón 2020). Mientras tanto, ante la inacción política sobre la cultura física en el campo civil, el movimiento deportivo obrero se iba desarrollando a partir de sus propios esfuerzos (De Luis 2019). El atraso de la participación española a los JJ. OO. era contingente a un imaginario de las élites engreídas y conservadoras; en el fondo subyacían las palabras de Salisbury sobre las naciones moribundas, el complejo de inferioridad, el miedo al ridículo… Eso sí, el deporte de ir a la guerra en el Rif se eternizaba; la nación se resquebrajaba, el pueblo se descatolizaba, la miseria se acrecentaba y la educación pública era incapaz de resolver la cuestión nacionalizadora, y, a todo esto, el español se consideraba miembro de una raza canija y débil. El tópico de la falta de “hombría” en las nuevas generaciones había calado en el mensaje regeneracionista, y si “ayer había ‘hombres’ y hoy no” (Ortega y Gasset 1977, pp. 93-94), después de Annual la expresión adquirió connotaciones mayores al cuestionar la virilidad de toda la nacionalidad española (Vázquez García y Cleminson 2011; Torres 2017).
El deporte podía regenerar la raza —o la condición física y moral del pueblo—, pero también ceder la nación a los liberales o, peor aún, que se apoderasen de ella las masas anarquistas, republicanas y ateas; en definitiva, se temía perder la esencia indisoluble y católica de España. Tanto es así que, con el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera, el control absoluto de la educación física recayó en la ECG (Quiroga 2004; Torrebadella 2019).
Hay que tener presente que el 11 de noviembre de 1918 finalizó la Primera Guerra Mundial, momento en el que España estaba gobernaba por el Partido Liberal-Demócrata de Manuel García Prieto (del 9 de noviembre al 5 de diciembre de 1918). Desde entonces, en cinco años, hubo once presidentes del Consejo de Ministros hasta la dictadura de Primo de Rivera, que terminó con el Gobierno de concentración liberal-demócrata de Manuel García Prieto (del 7 de diciembre de 1922 al 15 de septiembre de 1923). La mayoría del periodo estuvo dominado por el Partido Conservador, excepto unos breves meses en que el presidente fue el liberal Álvaro de Figueroa (del 5 de diciembre de 1918 al 15 de abril de 1919). En este corto periodo se sucedieron trece ministros de Instrucción Pública y Bellas Artes (MIPBA). En consecuencia, el lastre de la crisis finisecular, la vieja política, continuaba anclado en el Gobierno, manteniéndose protegida por el poder militar y salvaguardándose de la siempre amenazante revolución social (Boyd 1990).
Por otro lado, en estos años Barcelona soporta uno de los periodos más violentos de la historia de la lucha social. Después de la huelga de La Canadiense y del rotundo éxito de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la patronal organizó la Unión de Sindicatos Libres, grupos radicales dispuestos a frenar violentamente el auge del sindicalismo cenetista. Detrás de la sangrienta represión se ocultaban las autoridades militares de Cataluña y la complicidad de la policía. Los anarquistas respondieron con la misma violencia. Los episodios del llamado “pistolerismo” provocaron una escalada de asesinatos cuyo balance, si bien fue cruento por ambas partes (González Calleja 1999; Balcells 2009), se desequilibró aún más con los atentados contra Francesc Layret i Foix (1880-1920), carismático abogado del movimiento obrero, y Salvador Seguí i Rubinat (1887-1923), líder sindicalista de la CNT (Diez 2016). Así pues, en la medida de este ambiente, el deporte en Cataluña estuvo condicionado por una fluctuación de sucesos inesperados que, de un modo u otro, no otorgaban el clima de sosiego y confianza que cabría esperar en el contexto de la Europa de los felices años veinte.
3. Una regeneración física que predica en el desierto
Durante la Primera Guerra Mundial, el dispositivo del combate futbolístico para reclutar a los jóvenes ingleses fue altamente eficaz: “Juega a lo grande y únete al batallón futbolista” (Mosse 2016, p. 95). Asimismo, el dispositivo futbolístico fue utilizado en España para propagar el ejemplo de la virilidad de los jóvenes ingleses ante el complejo que se tenía de una raza torpe, débil, enfermiza y canija. Así lo entendía el peliagudo psicólogo César Juarros (Torrebadella y Estrada 2020), en consideración al Congreso Nacional de Educación Física de 1917, molesto, como tantos otros,3 al percatarse del reducido número de reclutas hábiles para hacer la guerra, pero también para hacer deporte. La realidad se hacía perceptible: “Nuestra raza cada día es menos bella, cada día es menos fuerte, cada día es más enfermiza. La salvación única es crear en nosotros la educación física”.4
Como mencionaba Ortega y Gasset (1977, p. 79), España era un país de intereses y compartimentos estancos, sin comunicación ni colaboración entre ellos y, además, todo el mundo mostraba “su repugnancia hacia los políticos”. Partiendo de esta impresión orteguiana, hubo algunas declaraciones de intenciones o iniciativas que pretendieron actuar por cuenta propia.
A primeros de 1918, Josep Antoni Trabal i Sans (1896-1980), presidente del Catalunya Atlètic Club (Barcelona), propuso un plan para establecer la organización del asociacionismo deportivo nacional con la creación de una Unión de Federaciones Atléticas y Deportivas (Torrebadella 2020), eso sí, al margen de la intervención del Estado y respetando el carácter autónomo de las organizaciones regionales: “Y para completar este sistema directivo se impondría, como una consecuencia lógica, la creación de una Federación Española de las Uniones Regionales Atléticas y Deportivas”.5
Por su parte, Álvaro de Aguilar (1892-1974) utilizaba el “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”, de Rousseau, para favorecer una apología del deporte y demostrar la apatía y las numerosas trabas y cargas impositivas que el Gobierno imponía a las sociedades deportivas. Ello difería de la lógica de otros países, donde los gobiernos ofrecían “facilidades para el desarrollo del deporte, bien por la cesión de terrenos para campos deportivos, bien por la construcción y entretenimiento de estos, bien por subvenciones”.6
Igualmente, Narciso Masferrer (1867-1941), director de El Mundo Deportivo (Barcelona), presentó un simbólico plebiscito para escoger a los representantes deportivos a Cortes por el llamado “Partido Regenerador” (Torrebadella 2017). Se decía que el deporte necesitaba su propia representación en el Gobierno central para la defensa de sus intereses. Por eso mismo, desde Barcelona, se tomaba una iniciativa de presión, puesto que hasta la fecha “los Gobiernos
3 Educación física. La Mañana, 24-1-1918, 1; La educación física y la escuela. Heraldo Deportivo, 15-1-1922, 26-28.
4 Apostillas a un Congreso. Elegancia y Educación Física. La Semana, 12-8-1916, 15.
5 Atletismo. Nuevas orientaciones. Madrid-Sport, 6-1-1918, 10-11.
6 Apología del deporte. Heraldo Deportivo, 15-1-1918, 16-20.
que se vienen sucediendo en la manipulación del Estado español no se han preocupado jamás de lo que afecta a nuestros ideales”.7
El periodista deportivo Ángel Cruz y Martín, partiendo de la idea de que “Política y Deporte” eran inconciliables, discrepaba de Masferrer y pedía, sin concretar la fórmula, una unión de todas las asociaciones deportivas, cuyo objetivo principal consistía en organizar un bloque para ejercer una fuerza decisiva sobre la política, dejar las disputas partidistas y los intereses individuales.8
En Madrid-Sport destacados promotores del deporte y personas afines compartían y resaltaban varias ideas. La primera era la de divulgar mucho más las excelencias bienhechoras del deporte;9 la siguiente era pedir la implicación de los gobernantes, y otra, el credo de que hacer deporte y protegerlo es hacer patria. El dispositivo patriótico del deporte, pues, ya se visibilizaba netamente en el nacionalismo español. Ahora bien, este patriotismo, como exponía Leonardo Ordoño, director de Madrid-Sport, no había entrado por indolencia en el campo de la acción política: “Dándole impulso, conseguiríamos tener raza nueva, raza fuerte, no la enclenque que tantos inútiles aporta para el servicio de nuestra muy amada España”.10
Efectivamente, una y otra vez se anunciaba la misma observación: “Las naciones modernas más devotas del sport, son las que triunfan en la lucha por la hegemonía de las razas que puebla la tierra”,11 pero sobre esta certeza se constataba la anomalía española.
En estos momentos apareció La Educación Física, dirigida por el capitán Augusto Condo González (1879-1945). Desde el primer momento, la posición editorial fue muy crítica con la inacción de los políticos con responsabilidades que eludían sus deberes en pro de la “regeneración racial”. Se les reprochaba que habían enterrado las iniciativas del suprimido I Congreso Nacional de Educación Física, de 1917 (Torrebadella 2021). Asimismo, se aludía a la pretendida creación del Ministerio de Educación Física, del mismo modo que se estaba solicitando en Francia. No obstante, se pensaba que sería un disparate, siendo mejor una Dirección General de Educación Física, adjunta al Ministerio de Instrucción Pública: “Nosotros nos oponemos a tal pretensión, porque no estamos preparados para ello; y tal ministerio, teniendo muchos asuntos que ocuparse, no podría actuar porque invadiría el terreno privativo del ministerio de Instrucción pública”.12
Alfonso R. Kuntz, miembro de la Sociedad Cultural Deportiva y los Exploradores de España y colaborador en Madrid-Sport, reclamaba la atención del Estado para auxiliar la educación física y el deporte. Pedía un organismo oficial competente que se encargara de subvencionar y estimular las iniciativas privadas. Al respecto, y ante el poco efecto de las demandas, manifestaba: “Y machacando a diario sobre estas cuestiones, se lograría por lo menos formar una corriente de opinión, a cuyo empuje no se tardaría en alcanzar lo solicitado”.13 Efectivamente, como se verá, la corriente de opinión llegó y se manifestó ampliamente, pero esto fue en Barcelona, en el conocido “Mitin deportivo en pro de la educación física”, celebrado en el teatro del Bosque en octubre de 1919.
7 En pleno periodo de renovación. El Mundo Deportivo, 1-1-1918, 1.
8 Política y Deporte. Por ahora, inconciliables. Madrid-Sport, 10-1-1918, 8.
9 Sport y patriotismo. Madrid-Sport, 6-1-1918, 16.
10 Las dos florecillas. Madrid-Sport, 6-1-1918, 24.
11 Proteger el deporte, es hacer Patria. Madrid-Sport, 6-1-1918, 4.
12 Un Ministerio de Educación Física. La Educación Física, 15-1-1919, 23.
13 Ideas sobre educación física. Madrid-Sport, 6-2-1919, 1.
4. La intrusión del COE
No había duda, la guerra había propiciado nuevos y simbólicos escenarios bélicos; luchas que ahora se percibirían de formas muy distintas. Frantz Reichel (1871-1931), cronista de Le Figaro, después del encuentro de las Olimpiadas de los países interaliados en el estadio Pershing de París —22 de junio de 1919—, mencionaba que “la superioridad atlética de los anglo-sajones” no era nada nuevo; ya venía de la Olimpiada ateniense de 1896, y, desde entonces, no había cesado de afirmarse, pero era ahora cuando se hacía más visible ante los ojos de las otras naciones.14
La noticia de la reorganización del COE apareció el 9 de junio de 1919 en El Día —diario de tendencia monárquica y germanófila y opuesto a la política de Romanones—; al día siguiente en La Correspondencia de España, El Imparcial —ambos representantes de la derecha más conservadora y radical y declarados anticatalanistas— y El Mundo Deportivo. El 15 de julio ofrecía la misma noticia el Heraldo Deportivo, dirigido por Ricardo Ruiz Ferry (1879-1956), que era vocal del COE. Ahora bien, la redacción deportiva de El Día exponía sus reservas sobre el éxito de los propósitos del “reconstituido” COE en relación con “los defectos de nuestra psicología nacional”.15
Para Ruiz Ferry, más importante que el COE era tener un “Consejo Nacional de Educación Física” que se erigiera sin adornos aristocráticos, sin liturgias y delegados regios. Sin duda se trataba de una crítica al marqués de Villamejor —hermano del conde de Romanones—, anterior presidente del COE.16
Por otro lado, subyacía el problema de la representación nacional, que no era otro que el del temor al ridículo que podía suponer una selección española que, en el fondo, solamente tenía la representación de rigor físico en los atletas catalanes y vascos. Si había quienes se negaban a la participación española, por miedo al ridículo, había otros, como Ruiz Ferry, a quienes no les preocupaba “lo más mínimo que la representación atlética de España en la Olimpiada de Amberes, de 1920, la formen catalanes o vascos”.17
En el mitin organizado por el Stadium Club de Barcelona, los mil quinientos representantes del deporte y de la educación física de toda España se unieron para forzar la implicación del Gobierno en la ayuda a la cultura física, y que en primer lugar pasaba por oficializar la participación en los JJ. OO. de Amberes 1920. En este ambiente, las presiones catalanas eran decisivas, como así manifestó Alberto Maluquer, secretario de la Federación Catalana de Atletismo: si España no participaba en esa olimpiada, lo haría Cataluña por cuenta propia con el apoyo de la Mancomunidad de Cataluña (Torrebadella 2016 y 2020).
Pero la irrupción del COE causó malestar a las entidades, puesto que este organismo, constituido unilateralmente por el marqués de Villamejor, se investía de autoridad sobre todas las federaciones deportivas. Naturalmente, las desavenencias provenían del norte de España y de Cataluña. Por lo tanto, se desprende que fue el mismo talante aristocrático y conservador del COE, uno de los elementos que representaron una “modernidad defensiva” (Bahamonde 2011, p. 123), es decir, una estrategia de orden y equilibrio sobre el conflicto social; un concepto muy bien descrito por Caspistegui (2004, p. 166): “El intento de hacer compatible tradición y
14 Atletismo. Heraldo Deportivo, 25-7-1919, 282-284.
15 La nueva delegación del Comité Olímpico Internacional. El Día, 13-7-1919, 8.
16 Atletismo. Heraldo Deportivo, 25-7-1919, 282-284.
17 Editorial. Heraldo Deportivo, 5-8-1919, 289.
modernidad bajo la apariencia de adecuación a los principios dominantes, pero sin llegar en modo alguno a mostrar propósitos o incluso intenciones rupturistas”.
Finalmente, la VII Olimpiada contó con una participación oficial, pero en el fondo subyacían muchas desavenencias personales y desplantes ideológicos y políticos. España participó a regañadientes, para impedir que lo hicieran por su cuenta los vascos y catalanes; participó sin una verdadera voluntad política (Torrebadella y Arrechea 2016 y 2017; Arrechea y Torrebadella 2020).
5. Después de Amberes
Si la Primera Guerra Mundial “expuso la agresividad del nacionalismo a todas las miradas, e hizo del hombre como guerrero el centro de su búsqueda de un carácter nacional” (Mosse 2000, p. 129), en España el vínculo entre nacionalismo y masculinidad fue una excepción. En resumidas cuentas, los discursos políticos no utilizaron los deportes para despertar aquellos matices de la masculinidad conducentes a movilizar el nacionalismo español. Todo lo contrario: como exponía Antonio Royo Villanova, anterior director general de Primera Enseñanza y consejero de Instrucción Pública —en los gobiernos de Romanones—, se trataba de hacer pedagogía social con la misión que tenía el Ejército con los jóvenes. Por lo tanto, se pretendía instruir a los soldados, sobre todo moralmente, y ello también significaba españolizarlos, castellanizarlos, catolizarlos y adoctrinarlos contra las ideologías de izquierdas y el antimilitarismo. En sí, Royo Villanova ponía de relieve el “valor educativo de la guerra” y rendía culto a la misión educadora y social del Ejército.18
Fue inevitable que, desde el patriotero éxito con el que se presentó la “furia española”, “después de nuestra desmedrada actuación” en los JJ. OO. de Amberes,19 el fútbol tuviera cabida en el Ejército para mejorar la educación física premilitar (Torrebadella-Flix y Olivera 2016), puesto que así rezaba el reglamento de educación física militar francés: “El ‘foot-ball’, en particular, es una maravillosa escuela de mando. Un capitán de equipo tiene una verdadera tropa a dirigir en presencia de un adversario real y que maniobra”.20 Ahora bien, hay que tener presente que el potencial futbolístico se encontraba en los equipos del norte de España y de Cataluña; la misma selección española principalmente estaba formada con los jugadores vascos y las tres estrellas del fútbol catalán: Zamora, Samitier y Piera.
A pesar de que en Amberes se visibilizó “el fracaso de España, en cuanto a país de cultura física”,21 igualmente afloró la conciencia de organizarse mejor. Desde entonces, si por un lado había algunos particulares de la sociedad civil que promovieron iniciativas, por el otro había un descalabro político que de facto impedía cualquier proyecto; en pocas palabras, si las demandas al Gobierno para atender el problema de la educación física fueron recurrentes, los políticos se mostraron indiferentes. A decir verdad, faltaba voluntad política, pero también espíritu colectivo y talante democrático.
18 Misión educadora del ejército. La Escuela Moderna, n.º 335, 1-8-1919, 567-582.
19 Chispazos sobre educación física. Heraldo Deportivo, 15-4-1923, 131-132.
20 Juegos y deportes militares. El Sol, 21-2-1922, 8.
21 Cultura física. Heraldo Deportivo, 15-11-1920, 451-452.
Verbigracia, hay que destacar la proposición del pedagogo Lorenzo de Luzuriaga publicada en El Sol y también en el Heraldo Deportivo. Luzuriaga aludía a la deplorable cultura física española, sin cuidado por la educación física escolar, sin campos de juego, sin una auténtica estructura organizativa, sin un COE que representase verdaderamente al deporte, sin ayudas de las empresas o del sector privado y, lo más lamentable, sin el apoyo del Estado. Por esto pedía que se atendiese la cultura física incorporando en todos los “centros educativos la práctica de los deportes y favoreciendo con sus recursos y medios el desarrollo de Sociedades deportivas libres”. Además, veía necesaria la creación de una “Federación o Consejo Supremo Deportivo, que representase a todas las Federaciones o Asociaciones parciales” con el objetivo de estimular y apoyar las entidades privadas y públicas del deporte. Ello contribuiría al desarrollo de la cultura física, a no perder el tiempo y obtener una posición más lucida en los siguientes JJ. OO.22
En efecto, la prensa se encargaba de resaltar una y otra vez los proyectos y avances que en materia de educación física y deportiva estaban protagonizando otros países. Así, por ejemplo, se hacía alusión a cómo la República Francesa estaba encauzando a las organizaciones deportivas con nuevas instituciones y la asignación de considerables ayudas económicas.23
6. El efecto Annual
La promulgación de la ley de fugas, del 20 de enero de 1921, permitió una ofensiva sucia del Estado para frenar el sindicalismo anarquista catalán. Ello provocó una escalada de violencia en las calles de Barcelona y, como examina González Calleja (1999, p. 190), “el asesinato de sindicalistas adquirió proporciones de verdadera hecatombe”. Luego, en el marco de esta guerra interior, llegó el incidente más importante: el asesinato del presidente Eduardo Dato, el 8 de marzo. Al cabo de un mes, el 13 de abril de 1921, se constituía en Madrid el Partito Comunista Obrero Español. El año se oscureció con el conocido Desastre de Annual, del 21 de julio, y la ofensiva del Estado se endureció con persecuciones y detenciones. De momento, el deporte proletario estaba centrado en la lucha por los derechos laborales: trabajos y sueldos dignos, sin explotación de ningún tipo.
El mismo Miguel de Unamuno, que se declaraba antimilitarista, señaló que “el mejor deporte físico” era el cultivo de la inteligencia; una inteligencia que había de expresarse libremente. Este aludía al polémico libro de Romanones El Ejército y la política (1920), en el que se afirmaba que la juventud española estaba físicamente mal preparada; por eso las estadísticas confirmaban que nuestro ejército encabezaba la lista en los índices de mayor mortalidad de Europa. Por más que Unamuno opinara que la educación física en el Ejército debía estar protegida, la absurda vida en los cochambrosos cuarteles no la hacía posible; el problema de la regeneración de la juventud y su esperada educación física en el Ejército no sería la solución definitiva. El problema era mucho más serio y provenía de un análisis más complejo.24
Efectivamente, la huella de la degeneración física también tenía consecuencias políticas. Romanones señaló la preocupante depauperación de la raza y, al respecto, recomendó atender el ejemplo de Francia, que después de la última guerra se había centrado en vigorizar a la ju
22 Cultura física. Heraldo Deportivo, 15-11-1920, 451-452.
23 Los deportes en Francia. Madrid-Sport, 12-8-1920, 6.
24 El mejor deporte físico. El Liberal, 12-2-1921, 1.
ventud: “La gimnasia realmente obligatoria es una urgente necesidad; ya tiene ese carácter en gran número de naciones” (Romanones 1920, p. 150).
Pero, como es bien sabido, realmente las instancias militares no advertían la encrucijada social en la que muy pronto se verían inmersas. Meses antes del fatídico suceso en Annual, el estigma de una raza débil se vinculaba a la poca inclinación que se tenía a los ejercicios corporales.
Necesitada nuestra España de una inaplazable regeneración física y teniendo todas las condiciones para ser una raza fuerte, el abandono de unos y la ignorancia de otros han hecho que aquella necesidad no se remedie, y así, cada vez más, la degradación física aumenta espantosamente.25
Sobre la cuestión, las palabras de Gabriel María Laffite (1881-1945) —exalcalde de San Sebastián y político monárquico, y por entonces presidente de la Federación Española de Atletismo— eran del todo representativas: “De Madrid es imposible obtener nada para favorecer el deporte”. Además, Laffite acusaba a los municipios y las diputaciones de no ayudar apenas a la cultura física y al deporte, pero “con una sola honrosa excepción: la de Barcelona. Allí se construye el Stadium, patrocinado por todas las entidades sociales, que será modelo en su género”.26
Después de Annual, la cuestión de la educación física entró en el debate público de quienes tenían responsabilidades. Así, por ejemplo, el doctor Francisco Javier Bartrina Costa (1885-1930), profesor de gimnasia de Alfonso XIII, daba a conocer cuál era el estado de la educación física en Francia y, en lo que respecta a España, cuestionaba la mala orientación y organización que existía.27 En cualquier caso, Marcelo Sanz ponía en evidencia el desconocimiento generalizado sobre la educación física.28
Por su parte, el capitán Eduardo de los Reyes (1896-1977) no tenía reparos en manifestar que el Ejército francés estaba imprimiendo un giro capital a la preparación del soldado. Ahora, los juegos atléticos y los deportes ocupaban la nueva orientación de la educación física militar.29 Dicho de otro modo, el modelo de educación deportiva británico que popularizaba el barón Pierre de Coubertin se había impuesto definitivamente (Clastres 2022), y su fundamento pedagógico había convencido a las naciones del mundo del valor internacional que el mismo deporte encarnaba. Como afirmaba el periodista Francisco Madrid (1900-1952), el vínculo “sport y nación” había quedado sellado, entendiéndose también el valor político que entrañaba el deporte.30
En lo referente a Annual, y al margen de los esencialismos conservadores del nacionalismo español, Romanones señalaba la raíz del problema: “La depauperación de la raza explica estos desastres militares y otros nacionales que pueden sobrevenir”.31 En efecto, esta consideración, que ya venía siendo argumentada desde el “Desastre” del 98 por los llamados “apóstoles de la educación física” (Torrebadella 2014), volvía a lastimar el orgullo nacional e interpelaba directamente a la responsabilidad de los políticos. Así pues, en 1922 el Gobierno trató de legislar
25 La gimnasia en el ejército. Heraldo Deportivo, 2-8-1920, 306.
26 De Atletismo. El pedestrismo español va a la muerte. Madrid-Sport, 8-9 1921, 5-7.
27 La educación física en Francia en el momento actual. El Sol, 11-10, 12.
28 Concepto científico de la educación física. El Sol, 21-2-1922, 8.
29 Los deportes y la defensa nacional. Gran Vida, 1-10-1921, 303-306; Juegos y deportes militares. El Sol, 21-2-1922, 8.
30 El valor internacional del deporte y la Sociedad de Naciones. La Jornada Deportiva, 11-6-1923, 3.
31 De actualidad. Madrid-Sport, 29-6-1922, 3-4.
medidas con objeto de encauzar la cultura física y el “problema de educación física de la raza”. Decía César Silió y Cortés (1865-1944) que era “necesario que sin pérdida de tiempo se implante en nuestro país oficial y obligatoriamente la educación física”; en este sentido, la prensa deportiva insinuaba que con ese nuevo “ministro deportista” se vislumbraba “la posibilidad de una época nueva que puede señalar el principio de la regeneración definitiva de España, basada en la salud, la fortaleza y el equilibrio de los españoles”.32
Silió pretendía la creación de una federación oficial de asociaciones deportivas que sirviese de nexo, de relación y de autoridad para dirigir el propósito. La pujanza social e internacional del deporte y el deseo de obtener buenos resultados en los siguientes JJ. OO. presionaban al Gobierno para que no despreciara los esfuerzos aislados del asociacionismo deportivo. Para ello, Silió planteó la creación de una asamblea con el propósito de constituir un “Comité o Federación Nacional de Sociedades Deportivas Españolas” dependiente del MIPBA que unificase una acción de Estado con vistas al desarrollo de la educación física y el deporte (Real Orden de 1 de marzo de 1922).33
Esta real orden reconocía, por primera vez, que la educación física se encontraba entre las primeras preocupaciones del poder público y que, por eso mismo, ha “de ser objeto de regulación y ordenamiento” por parte del Gobierno. Reconocía, además, “la importancia que los ejercicios físicos tienen para el fomento y mejora de la raza”, y se proponía “encauzar las indispensables actividades de organizaciones y particulares” y la conveniencia de constituir una “Federación de entidades deportivas españolas”, que fuera “el nexo de relación y de autoridad indispensable para eficacia, ejemplaridad y difusión a todos los acuerdos y resoluciones”. Con esta similitud, se pretendía “el desarrollo de la educación física nacional”, misión encomendada a una asamblea que, tras las discusiones, pudiera “aprobar cuantos temas y materias estime convenientes al desarrollo de la educación física nacional”. No obstante, la asamblea, que tenía que celebrarse en junio, se aplazó para la segunda quincena de octubre.34
Sin embargo, como mencionaba Augusto Condo, “ya verán ustedes como hasta el día del juicio final […] no se celebrará esa Asamblea, ni habrá formalidad en cuanto se decrete o legisle sobre Educación física”. Realmente, las palabras de Condo estaban cargadas de razón, puesto que Silió dimitió del cargo al cabo de pocos días. Por su parte, Ruiz Ferry opinaba que se trataba de una mera “Asamblea decorativa”, que no podría hacer gran cosa si solamente contaba con un presupuesto de 25.000 pesetas para cultura física. Ruiz Ferry volvía a referirse al cuantioso presupuesto que en Francia se destinaba al Consejo Superior de Educación Física y al Comité Nacional de Deportes. Sobre esta cuestión, pedía no mezclar la educación física con el deporte, sino atender los dos asuntos por separado, como se había hecho en Francia; así lo consideraba también el dimisionario conde de Vallellano —Fernando Suárez de Tangil y Angulo—, director general de Instrucción Pública saliente, en La Jornada Deportiva.35
32 El Estado y la cultura física. El Mundo Deportivo, 30-1-1922, 1.
33 Real orden disponiendo que en la segunda quincena del mes de Junio próximo se convoque a una Asamblea general de personas y colectividades interesadas en el desarrollo de la educación física. Gaceta de Madrid, n.º 69, 10-3-1922, 1066-1067. La Asamblea de Educación Física. Stadium, 18-3-1922, 166. La Asamblea de Educación Física. Stadium, 17-6-1922, 329.
34 Real orden disponiendo que la Asamblea para tratar de asuntos relacionados con la educación física se celebre en la segunda quincena del mes de Octubre del corriente año. Gaceta de Madrid, n.º 111, 21-4-1922, 278.
35 La educación física oficial. Heraldo Deportivo, 15-4-1922, 139-140. Los poderes públicos van a ocuparse de la cultura física. La Jornada Deportiva, 3-4-1922, 3.
Ahora bien, hay que destacar que había asimismo bastantes políticos que tenían una posición poco favorable al deporte. Verbigracia, Marcelino Domingo Sanjuán (1884-1939), el republicano socialista, que en una conferencia hizo unas desafortunadas afirmaciones sobre la frivolidad del deporte. Ello no solamente le valió el calificativo de “antideportista”, sino que también recibió una réplica del director de la Jornada Deportiva, Josep Antoni Trabal, que le recordaba:
Es precisamente, después de la guerra, que la República alemana intensifica, de una manera prodigiosa, los campos de deportes. Es precisamente, después de la guerra cuando el Estado en Italia y Francia, se ocupa en la organización de todo el deportismo. La admirable república Americana, la nación que antepuso a todo otro ideal, el ideal de la justicia y de la razón, a que tantas veces se refiere en sus discursos Marcelino Domingo, es precisamente la nación más deportista del mundo!36
La sinceridad de Marcelino Domingo no era algo aislado; el mismo Miguel de Unamuno se refirió en numerosas ocasiones a los “señoritos frívolos de la ciudadanía deportiva”.37 Y, en efecto, en algunas de sus manifestaciones la crítica fue auténticamente satírica. En referencia a la actitud regeneracionista de Santiago Ramón y Cajal, el salmantino parafraseaba a José Ortega y Gasset cuando decía que “todo propósito racional de reforma política debe partir del previo reconocimiento de nuestra inferioridad”. Y, coincidiendo con Cajal, en relación con el pesimismo que caracterizaba a los políticos españoles, afirmaba que “un político optimista sería en España un mal patriota, un pésimo patriota”.
Lo que desde luego no puede estimarse patriotismo de buena ley, sino a lo sumo frívolo deporte de patriotismo —porque hay el deporte del patriotismo y el patriotismo deportivo— es el de ostentar un optimismo disciplinario. El optimismo de disciplina cae en optimismo deportivo. Y, como todo lo que no es serio, suele ser más dañino que el hipócrita mismo.
“¿Patriotismo deportivo?” Sí. Y se le conoce, además, en que como todo lo deportivo, como todo lo frívolo, como todo lo eseñoritado, se paga de liturgias, emblemas, etiquetas, chirimbolos y percalinas.38
Al cabo de un año, el ministro catalán Joaquín Salvatella Gibert, del Partido Liberal —por Real Orden de 8 de marzo de 1923—, procedía a nombrar al doctor Bartrina, profesor encargado de la Mecanoterapia en el hospital Clínico de la Facultad de Medicina de la Universidad Central, para que en representación del MIPBA creara una “Ponencia” encargada de estudiar un plan de organización de la educación física.39 Además, por esas fechas, Bartrina estaba implicado en la organización del VI Congreso Internacional de Fisioterapia y Educación Física, que tenía que celebrarse en abril de 1923 en Madrid.40 El doctor Bartrina era el secretario general del congreso, y si bien la prensa nacional ofrecía la noticia del evento y de las secciones temáticas,41 no se llegó a celebrar, sin que sepamos las causas.
36 Para Marcelino Domingo. Antideportista. La Jornada Deportiva, 10-11-1922, 3.
37 Unamuno, M. de (1919). Señorito frívolo. La España, 15-5-1919, 5.
38 Unamuno, M. de (1920). Patriotismo y optimismo. El Liberal, 2-11-1920, 1.
39 Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Gaceta de Madrid, n.º 74, 15-3-1923, 939.
40 Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Gaceta de Madrid, n.º 206, 25-7-1922, 278.
41 Congreso de Fisioterapia y Educación Física. La Acción, 14-8-1922, 4. Congreso Internacional de Fisioterapia y Educación Física. Boletín de la Revista Ibero-Americana de Ciencias Médicas, 8-8-1922, 1826-1828. Congreso Internacional de Fisioterapia y Educación Física. ABC, 10-8-1922, 19.
Aparte de la educación física como problema escolar, la cuestión continuaba preocupando a los mismos militares. Estos polemizaron al dejar constancia de la poca preparación física que existía en las tropas42 y, asimismo, cuestionaban la capacidad de la ECG para formar a los suficientes instructores de gimnasia. Los hechos eran por todos conocidos: “Con soldados débiles no se va más que al fracaso y al desastre”.43 Lo bufón de la situación era señalado por Alcalá-Zamora, ministro del Ejército, que concedía 100.000 pesetas para auxiliar a la ECG con el propósito de situarla entre las mejores escuelas militares del extranjero, pues “carecía esta de estadio, gimnasio cubierto y de material de enseñanza suficiente”.44
Por su parte, el doctor Andrés Martínez Vargas observaba, en el desarrollo de la educación física española, una falta de orientación a causa de la incompetencia política del pan y toros y del “embrutecimiento nacional” de los gobernantes: “Los políticos corrompidos, que únicamente pueden vivir explotando la ignorancia y la ociosidad, la corta capacidad popular y tienen interés en sostener las masas en la inferioridad mental perpetúa, para manejarlas y explotarlas impunemente” (Martínez Vargas 1923, p. 8).
7.El “problema” catalán
En el trascurso de la Primera Guerra Mundial y a principios de años veinte, el deporte en Cataluña experimentó una eclosión que dejaba estupefacto a quienes observaban con detalle lo acontecido. La pujanza del asociacionismo deportivo fue instalándose en el corazón de las clases medias, y la cultura física entraba en las directrices políticas de las instituciones locales auxiliadas por la Mancomunidad. Un ejemplo como el que protagonizó en Lleida la Joventut Republicana (JR) —un referente en el deporte de raíz popular (Santacana 2019)— es más que demostrativo, al construir por cuenta propia el complejo deportivo más grande del país (Torrebadella 2020). Ello conducía también a la determinación de sus dirigentes más influyentes a concebir y liderar proyectos políticos en el entorno del nacionalismo catalán y, en cierto modo, diseñando la creación de instituciones deportivas para un Estado propio. En buena parte, este movimiento deportivo estaba inmerso en una concepción de catalanidad y de nación. Prueba de ello eran las disputas que venían enfrentando a los directivos del deporte catalán vinculados a la Lliga Regionalista y los acólitos del marqués de Villamejor, que era presidente del Comité Olímpico en España. Si los representantes de la Lliga utilizaron el olimpismo para estimular el nacionalismo catalán (Arrechea y Torrebadella 2020), tampoco desde el COE se hicieron concesiones a la región deportiva más puntera del país. Efectivamente, puede decirse que las disputas entre marcos nacionales antagónicos se vieron reflejadas en los ambientes de las federaciones deportivas regionales y nacionales. Además, como se ha dicho, “desde Cataluña también se intentaba dirigir las políticas del deporte español, aspecto que no gustaba a quienes veían en Cataluña a los ‘antiespañoles’ enemigos de España” (Torrebadella y Arrechea 2017, p. 165).
La puerta que abrió el presidente Woodrow Wilson al constituirse la Sociedad de Naciones no solo encendió las aspiraciones soberanistas del nacionalismo catalán (De Riquer 2001), sino
42 Notas militares. Algunas consideraciones sobre la importancia militar de la educación física y su método de aplicación. El Sol, 13-12-1921, 8.
43 Educación física en el ejército III. El Sol, 5-6-1923, 6.
44 Un buen rasgo del Sr. Alcalá Zamora. Heraldo Deportivo, 15-4-1923, 132.
que también provocó la reacción del nacionalismo español. De inmediato aparecieron las advertencias —cuando no las amenazas— sobre las consecuencias que podía tener para Cataluña forzar una política separatista. La aristocrática revista de turismo y deportes Gran Vida así lo recalcaba: “Es necesario que los directores del movimiento autonomista catalán midan muy bien sus actos en beneficio suyo…”.45
Todo ello se desenvolvía en un contexto de conflicto político y social, de manifestaciones exaltadas y de enfrentamientos en las calles de Barcelona entre grupos extremistas. La expresión de Moreno Luzón “guerras de banderas y palos”, entre españolistas e independentistas, es enteramente significativa para aludir a la escalada del conflicto (Moreno Luzón 2006, pp. 146-148). Pero, sobre todo, es la pujanza de los grupos reaccionaros del nacionalismo español, militares fanáticos incluidos, que estaban dispuestos a utilizar la fuerza de las armas. Es en este periodo cuando aparecen los grupos del protofascismo español: Liga Patriótica Española, Somatén, Camisa Negra, La Traza…, bandas dispuestas a limpiar las calles de “separatistas” (Thomàs 2019, p. 37).
Como señala Torrebadella (2020), la idea de un estatuto de autonomía estimuló al deporte catalán a buscar apoyos en las instituciones locales, con lo cual el vínculo entre catalanismo y deporte encontró un marco de expresión singular ante unos gobiernos centrales que miraban hacia otro lado. Muy pronto, las asociaciones deportivas catalanas demandaron la creación de un nuevo organismo autónomo:
Mucho más fácil nos será a los deportistas catalanes procurar ahora la creación de un departamento especial destinado a los deportes y ejercicios físicos para la regeneración de nuestra raza, que la concesión de un pequeño privilegio o apoyo de los gobiernos españoles que hasta hoy nos han ido rigiendo.46
Aparte de los juegos tácticos de Francesc Cambó en defensa del estatuto de autonomía (De Riquer 2001), se activaba un nacionalismo español ofensivo (Moreno Luzón 2006). En este contexto, las esferas catalanistas del deporte también se manifestaron, ya fuese en defensa de la lengua o ideando estructuras deportivas de Estado (Pujadas y Santacana 1995; Torrebadella 2020). Desde entonces, la sombra del separatismo catalán también aparecía subyacente en la cuestión deportiva.47
Como es conocido, la Mancomunidad recuperó un proyecto ideado por Pere Mias, uno de los fundadores de la JR y conseller de la Mancomunidad, sobre la “Organización de las Sociedades Gimnásticas de Cataluña”. Así, este proyecto fue retomado tras los sucesos de La Canadiense —entre febrero y marzo de 1919—, con unas variaciones sustanciales de Enric Ràfols i Martí (1886-1965), diputado en la Mancomunidad y uno de los principales promotores del deporte, que también propuso la creación de un Instituto de Educación Física (Pujadas y Santacana 1995).
Efectivamente, entre 1921 y 1924, impulsado por otro líder político de Lleida, Romà Sol i Mestre (1870-1951), entonces conseller de Instrucción Pública, se proyectó la “Ponencia de Educación Física” (PEF) de la Mancomunidad. La comisión inicial estuvo representada por
45 La actualidad política. Gran Vida, 1-11-1918, 351-352.
46 El deporte y la autonomia. Atlética (Barcelona), 30-11-1918, 1.
47 La propaganda internacional del deporte catalán. La Jornada Deportiva, 24-11-1922, 3; Mojardín y el separatismo… Madrid-Sport, 1-2-1923, 9-10.
Alfred Perenya —de la JR— y por los técnicos Enric Ràfols, el capitán José Martínez Vallespí (1882-1875) y Josep Antoni Trabal. Ràfols terminó siendo el presidente efectivo. Inicialmente se trataba de un organismo consultivo encargado de estudiar el estado de la educación física y el deporte y, asimismo, crear unas bases para expandir, orientar y fortalecer la cultura física en Cataluña.48 Asimismo, Trabal se encargó del estudio de la educación física para su impulso escolar (Mancomunitat de Catalunya, 1923).
El dinamismo y la capacidad de cooperar en intereses comunes, como la candidatura para organizar la VIII Olimpiada de 1924, posibilitaron la completa unión del asociacionismo deportivo catalán, con la creación, el 20 de enero de 1921, del Consejo de las Olimpiadas.49 Así, al cabo de un año, el 21 de enero de 1922, de la antigua Federación de Sociedades Deportivas de Catalunya y del Consejo de las Olimpiadas nacía la Confederación Deportiva de Cataluña (CDC, 1922-1933) (Pujadas 2006).
El contexto social del deporte, cada vez más popular y participativo, ponía en juego un regeneracionismo civil; una dimensión asociativa nueva, transformadora de una infinidad de iniciativas que se vinculaban con la modernidad y el progreso. El incremento del asociacionismo deportivo pedía una organización capaz de articular y apoyar todo el movimiento del país. En todo caso, se pedía que las organizaciones administrativas del Estado aceptaran el compromiso social de poner en marcha una planificación al servicio del deporte, pero no como un instrumento de control político.
Enric Ràfols, presidente de la Comisión de Educación Física de la Mancomunidad, se lamentaba de la desastrosa situación de la cultura física y pedía recursos para ejercitar y democratizar las prácticas deportivas. Ràfols consideraba que la situación era de auténtico estado de abandono y depresión: “No hay nada hecho. No tenemos gimnasio perfecto, no tenemos campos deportivos, no tenemos moniteurs y no tenemos estadios populares, no tenemos una organización metódica que vaya incorporando a la vida cotidiana las necesidades actuales de la Cultura Física” (Ràfols 1923, p. 12). Al respecto, decía que poco tiempo después el doctor Bartrina presentaría en el Senado un proyecto de “Cultura Física Obligatoria”, pidiendo al Estado la creación, como existen en “todas las naciones”, de un “Consejo Superior de Cultura Física”, que estimularía el fomento del deportivismo, tal y como la Mancomunidad ya había empezado a hacer en Cataluña. En esta misma línea, en el Ayuntamiento de Barcelona el concejal Salvador Bremon i Masgrau (1878-1942) propuso la creación de una ponencia de educación física y deportes, a fin de ordenar y fomentar el deporte local.50
En las elecciones generales del 29 de abril de 1923, Ràfols fue elegido por Vilafranca del Penedés, y de él se decía que era el “único diputado deportivo en las Cortes de España”. Se cuenta que su primera intención fue proponer un “proyecto de Ley de Cultura Física” que tuviera en consideración la “creación de un Consejo Superior de Cultura Física o una Dirección General de Cultura Física y Deportes”.51 Ahora bien, antes había que resolver si el Estado sufragaría la participación en los siguientes JJ. OO., por lo que Ràfols interpeló al ministro de Instrucción Pública, Joaquín Salvatella: “Países cuyo cambio monetario no les favorece, como
48 Arxiu Nacional de Catalunya, “Objete: creació d’una Ponencia de Cultura Física i Deportiva de Catalunya”, Mancomunitat de Catalunya, Departament d’Hisensa, ref. 184/012.10.
49 Constitución del Consejo de las Olimpiadas. La Vanguardia, 23-1-1921, 13.
50 El Concejal Sr. Bremón formula en pro del sport una moción interesante. El Mundo Deportivo, 3-4-1923, 4.
51 Lo que piensa hacer D. Enrique Ráfols, único diputado deportivo. La Jornada Deportiva, 9-5-1923, 1-2.
Polonia, Yugoslavia, Rumania, etc., sacrifican parte del presupuesto a que su país pueda representar de una manera digna y eficaz el espectáculo deportivo, la fuerza y la destreza de las razas respectivas”.52
Las intervenciones de Ràfols fueron recogidas y apreciadas en La Jornada Deportiva, periódico de Barcelona dirigido por Trabal.53 Finalmente, Salvatella respondió que España no sería una excepción y que acudiría a los JJ. OO. de 1924 en París.54 Aunque nada estaba asegurado y las dudas continuaban en el aire, desde Barcelona se mencionaba: “Nunca por lo visto aprenderemos. Y quiera Dios que el Estado español no delegue su representación en otro doctor Bartrina Costa. En cuyo caso, no habrán terminado las calamidades para los atletas”.55 Hay que apuntar aquí que las torpezas en la organización de la expedición española a Amberes fueron generalmente imputadas al doctor Bartrina. En cualquier caso, Ràfols tuvo un periodo efectivo reducido —del 21 de junio al 15 de septiembre de 1923— y sus pretensiones, y las de todos aquellos que creían en la democracia, quedaron desvanecidas con el golpe militar del general Primo de Rivera.
8. La propuesta del capitán Condo
Augusto Condo —cuyo seudónimo era Minervius—, para visibilizar la degeneración de la raza española, aludía al ejemplo de las gentes de la comarca de Las Hurdes, que malvivían abandonadas por la civilización, sin humanidad y en un estado semisalvaje, como hacía miles de años: “Sus habitantes padecen el bocio, el enanismo, el infantilismo y el cretinismo. Abunda también la lepra (en ningún país civilizado existe ya esta enfermedad), la viruela y todos cuantos estados morbosos origina el abandono de la higiene más rudimentaria”. De aquí que mencionase que nadie “ha prometido siquiera, en sus planes de Gobierno, el de consagrar sus desvelos a la regeneración de la raza”.56
La parodia fue la visita de Alfonso XIII a Las Hurdes —del 20 al 24 de julio de 1922—, que, en palabras de Moreno Luzón (2009), todavía agravó su desprestigio. Mientras una estridente parte de España degeneraba, decían que por olvido de la cultura física, había otra, más silenciosa, que se moría de hambre, y para saberlo no hacía falta ir a Las Hurdes. Las élites dirigentes preferían la fanfarronería borbónica de un monarca al que frívolamente se le nombraba el primer deportista español, haciendo gala de sus ostentosas aficiones deportivas en nombre de una regeneración (González-Aja 2011); como también preferían antes a un obrero tuberculoso, sifilítico y alcohólico que a un obrero organizado libremente, ya fuese en el sindicato o en el deporte. Y es que al Estado, como mencionaba Luzuriaga, “le importa más, sin duda, el progreso de la raza caballar que el de la humana, y los juegos de azar más que los que cultivan el vigor de sus ciudadanos y el fair play”.57
52 Diario de las Sesiones de Cortes, Congreso de los Diputados, Sesión celebrada el 19 de julio de 1923, n.º 32, 1139-1140.
53 El diputado deportivo Enrique Ráfols interpela al Gobierno sobre la participación de España en los juegos olímpicos. La Jornada Deportiva, 23-7-1923, 4; Nuestra actuación deportiva. La Jornada Deportiva, 6-8-1923, 4.
54 El Ministro de Instrucción Pública, nos asegura que España no será una excepción entre los demás estados en ocasión de los Juegos Olímpicos de París. La Jornada Deportiva, 6-8-1923, 4.
55 España en la Olimpiada de 1924. La Jornada Deportiva, 13-8-1923, 4.
56 De actualidad. Madrid-Sport, 29-6-1922, 3-4.
57 Cultura física. Heraldo Deportivo, 15-11-1920, 451-452.
Meses después, Minervius presentaba un plan “para mejorar la regeneración de la raza española”. Consistía en la creación de “Comités Provinciales de Cultura Física”, compuestos bajo la dirección del gobernador civil y con representantes de la Sanidad y el Instituto de Segunda Enseñanza, presidentes de las sociedades deportivas y de recreo, directores de periódicos, un jefe oficial del Ejército y un secretario del ayuntamiento, además del asesoramiento de dos médicos civiles; el profesor de gimnasia del instituto haría de secretario del comité. Este organismo tendría el encargo de “propagar la cultura física de la juventud, bajo la protección del Estado, creando comisiones locales en los principales pueblos de cada provincia”. Se expedirían carnés individuales a los jóvenes entre catorce y veinte años y fichas fisiológicas para todos los niños de las escuelas. Todo ello tendría que venir acompañado de la creación de un estadio en cada provincia, con cargo al Ministerio de Fomento o al de Gobernación. Se establecería la organización de programas de cultura física y deportiva, con juegos corporales, gimnasia y las debidas pruebas de aptitud física realizadas periódicamente, y de campeonatos provinciales. Además, también se preveía la creación de Sociedades de Preparación Militar, siguiendo las que había en Francia. Todo este plan serviría “para apartar a la juventud de los gravísimos inconvenientes de la ociosidad, origen de todos los vicios y depauperación de la raza”. También se fomentarían los ejercicios gimnásticos de preparación antes de la práctica deportiva y programas para corregir morfologías corporales en busca de la belleza y la perfección. En definitiva, se instaba a la “medicina de la cultura física o deportiva”, como solución a la depauperada juventud: “El abandono del ser humano en España, es evidente en todas las clases sociales, y mientras los Gobiernos no se preocupen de este problema, transcendentalísimo para el país, no saldremos de nuestro atraso en todos les órdenes de la vida nacional”.58
Por otro lado, la política de regeneración física del Partido Conservador ya estaba trazada con el apoyo y continuidad de la patriótica institución de los Exploradores de España y con la aprobación, por real decreto, de sus estatutos y su reglamento orgánico. A los Exploradores de España también se les permitía la constitución de secciones deportivas.59 Por su parte, Unamuno, que era contrario a las ayudas del Gobierno al teatro patriotero de los Exploradores de España, prefería el juego del deporte libre y espontáneo que se podía visualizar en los partidos de fútbol: “Un juego sin protección de R. O., sin pedagogos profesionales, sin tendenciosidad de patriotismo de trapo y no de fibra viva, sin otra disciplina que la que surge del juego mismo”.60
Por su parte, el profesor Marcelo Sanz, presidente de la Asociación de Profesores de Educación Física, aludiendo al planteamiento de Luzuriaga anteriormente citado, culpó a los distintos gobiernos, que calificó de expertos en el “arte de perder el tiempo”, y a los políticos como los responsables del “atraso de medio siglo en el progreso de cultura física”.61
Así las cosas, el 15 de septiembre de 1923 el general Miguel Primo de Rivera se hacía con el poder del Estado. Dos meses después, Madrid-Sport felicitaba al Directorio Militar por la nueva política emprendida, puesto que el Real Decreto de 20 de octubre de 1923 materializaba la propuesta de Minervius.62 Así se constituyeron las primeras delegaciones gubernamentales en las provincias, a cargo de un jefe o capitán del Ejército entre cuyas funciones se estipulaba
58 Pro raza. Madrid-Sport, 13-7-1922, 3-4; Insistiendo. Pro raza. Madrid-Sport, 27-7-1922, 3-4.
59 Gaceta de Madrid, n.º 321, 17-11-1922, 626-668. Departamento: Presidencia del Consejo de Ministros.
60 De pedagogía. Boyscouts y fotballistas. El Liberal, 5-1-1921, 1.
61 Chispazos sobre educación física. Heraldo Deportivo, 15-4-1923, 131-132.
62 Para el Directorio. Madrid-Sport, 25-10-1923, 3-4.
“estimular la organización de Somatenes locales y de grupos infantiles de exploradores; la de Asociaciones de educación física, con la cooperación de los maestros y médicos”.63
Como tantos otros, Marcelo Sanz también vio en el dictador aquel cirujano de hierro al que apelaba Joaquín Costa para redimir a España y extirpar “el gran tumor que roía las entrañas de la patria”, pero pedía que empezase a operar pronto, “para no perder más tiempo”.64
Ahora bien, como ya se ha dicho, en cuanto al uso del dispositivo deportivo para intervenir en la españolización, todos los proyectos gubernamentales y regeneracionistas fracasaron, pero además las federaciones tampoco estaban por el propósito (Torrebadella y Arrechea 2017).
9. Conclusiones
Por lo expuesto, ha quedado claro que después de la debacle finisecular el regeneracionismo, en el campo particular de la educación física y el deporte, fue incapaz de forjar alianzas políticas de éxito con los partidos dinásticos. Esta posición perjudicó a la expansión de la cultura física y el deporte allí donde más se necesitaba, la juventud; al margen de Madrid y de algunas ciudades del norte y de Cataluña, el asociacionismo deportivo no tenía fuerza ideológica y sus estructuras organizativas eran débiles. Así pues, se puede decir que no existió, por lo menos antes del Directorio Militar, un plan premeditado de cultura física y deportiva, que ni siquiera hubo voluntades reales. Los políticos eran también el “reflejo de los vicios étnicos de España” (Ortega y Gasset 1977, p. 79), marcaron un perfil timorato y carecieron de la adecuada visión para sospesar el potencial que subyacía a la emergencia regeneracionista del deporte. Erróneamente, se prefirió otorgar concesiones al Ejército y a las manos inexpertas de la ECG, cuando en España no existía una experimentada tradición de cultura física militar. Conceder prerrogativas a quienes se habían sublevado con la “subversión moral” de las Juntas de Defensa65 y deleitar los intereses de los cuadros militares enredados en una guerra en el Rif, sin la debida formación, sin medios, sin capacidad ofensiva e inmersos en las complicidades de una corrupción generalizada, no ofrecía las garantías suficientes para organizar y dirigir un plan de cultura física nacional.
Pero, para los gobiernos, la contrapartida proporcionaba el equilibro del poder. Los militares, al fin y al cabo, desde el “Desastre” del 98 se habían autoproclamado los guardianes de la nación española, la constitución, la monarquía y la religión católica; eran los guardianes de la paz civil, y el deporte también se percibía como una amenaza. Las concesiones a unas políticas sociales para potenciar el bienestar del obrero y fomentar la participación democrática ciudadana no cabían en el pensamiento de los partidos dinásticos. No había interés en fomentar un asociacionismo deportivo entre las clases medias. Eso equivalía a potenciar los otros nacionalismos, sobre todo otorgar ventajas al deporte disidente catalán y alas a la autonomía de Cataluña. Por lo tanto, para el nacionalismo español era inconcebible que Cataluña pudiera presentarse ante el mundo con una identidad nacional propia, ni siquiera en lo deportivo.
63 Real decreto disponiendo que en todas las cabezas de partido judicial, y como Delegados de los Gobernadores civiles de las provincias se designe un Jefe o Capitán del Ejército para la inspección de los Ayuntamientos que constituyan el partido judicial correspondiente, y con las facultades y misiones que en el mismo se determinan. Gaceta de Madrid, n.º 294, 21-10-1923, 276. Departamento: Presidencia del Directorio Militar.
64 Educación Física. Para el Directorio Militar. El Sol, 20-11-1923, 6.
65 Ortega y Gasset (1977), 103.
Los partidos dinásticos, más allá de sus intereses clientelares y personales, no supieron hacer verdadera política de Estado, algo que sí entendieron los países más progresistas de Europa, a saber, utilizar el dispositivo gimnástico-deportivo en aras de la construcción nacional. Como mencionaba Marcelo Sanz, estos políticos fueron muy hábiles en el “arte de perder el tiempo”, valían más sus ambiciones que la quimérica construcción de un Estado-nación. Esos cinco años marcaron la decadencia de los partidos dinásticos, pero también limitaron la expansión del deporte y de una cultura física democrática. No todo consistía en publicitar la figura de Alfonso XIII, el primer deportista español, y tampoco en satisfacer los intereses de sus acólitos, como Bartrina y tantos otros satélites que rodearon al soberano.
Efectivamente, existía el arte de perder el tiempo, una manera de protegerse de los miedos subyacentes a perder los círculos del poder; miedos al éxito de una revolución social —a la sombra latente del comunismo y el anarquismo—, a la desmembración territorial del Estado. Estos miedos también obstaculizaban el proceso de culturización física y deportiva del país. El anacronismo histórico era palpable, pues todo esto transcurría en un momento clave para el progreso del deporte internacional. Al reanudar los JJ. OO. en la nueva coyuntura simbólica del deporte de posguerra, la poca visión estratégica del Gobierno conservador frenó las oportunidades que se presentaban para fortalecer el nacionalismo español.
Para algunas mentalidades, la cultura física y el deporte eran un aliado para combatir a los enemigos interiores de España; un dispositivo de españolización y de castellanización; un arma política para someter, de manera pacífica, a quienes no querían sentirse españoles. De aquí la posterior intervención implacable de la dictadura prohibiendo entidades deportivas disidentes, y censurando cualquier tipo de manifestación cultural y deportiva de signo catalanista.
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Fecha de recepción: 30/04/2024
Fecha de aceptación: 09/11/2024
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Revista catalana d’història 17 (2024), 186-210
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ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2024.17.9
Revista catalana d’història 17 (2024), 186-210
ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2024.17.9
Revista catalana d’història 17 (2024), 186-210
ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2024.17.9
Revista catalana d’història 17 (2024), 186-210
Xavier Torrebadella Flix es licenciado en Educación Física por la Universitat de Barcelona (1991) y Doctor por la Universitat de Lleida (2009). Profesor en el Instituto Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Sant Cugat del Vallès (CAR). Actualmente investiga en torno a la Historia social y documental de la educación física y el deporte en España entre 1800 a 1939. Dispone de varios libros y decenas de artículos publicados en revistas nacionales e internacionales.
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ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2024.17.9
Revista catalana d’història 17 (2024), 186-210