Revista catalana d’història 17 (2024), 303-305

José Luis Rodríguez Jiménez, Bajo el manto del Caudillo. Nazis, fascistas y colaboracionistas en la España Franquista, Alianza Editorial, Madrid, 2024, 424 pp.

La España de Franco fue la nación europea que acogió el mayor número de nazis, fascistas, ultraderechistas y colaboracionistas con el Tercer Reich. Aunque todavía no es posible aportar una cifra definitiva, Franco autorizó que miles de huidos de la justicia aliada se instalaran o entrarán en España en tránsito hacia Sudamérica. Mas allá del visto bueno de Franco, este trabajo explica cómo diversas personalidades, políticas y militares, y eclesiásticos españoles proporcionaron protección a sus viejos amigos, multitud de lugares donde ocultarse, especialmente en el campo, así como tantas y sucesivas identidades nuevas como necesitaran para despistar a los servicios de inteligencia aliados. Tanto en la protección como en su vigilancia, desempeñaron un papel importante varios organismos del Estado, especialmente la Dirección General de Seguridad, sin olvidar que una parte importante de la jerarquía de la Iglesia católica acogió a los religiosos vinculados al régimen croata ustacha.

Este libro amplía notablemente el conocimiento sobre este tema a partir de la documentación policial y la diplomática, teniendo como hilo conductor la vida de León Degrelle, el líder del movimiento rexista, cuya figura es analizada de principio a fin. No se trata de un personaje cualquiera, no solo por su actividad en la extrema derecha belga y en la Segunda Guerra Mundial, sino que estuvo especialmente relacionado con gran parte de la buena sociedad y el entramado financiero, nacional e internacional, que sustentó el franquismo. Degrelle terminó creando una red entre los nazis que vieron en la España de Franco un refugio seguro. Con sus publicaciones y constantes apariciones mantuvo vivo el discurso nacionalsocialista, y fue puente y estímulo para varias generaciones de ultras españoles.

La mayoría de estos individuos recibió amparo sin que Franco lo autorizara personalmente, a fin de no causar problemas exteriores. Fue desde la Dirección de Seguridad, desde donde Ramón Serrano Súñer intervino personalmente en la mayor parte de sus expedientes; igualmente, Jose Finat, sobre todo en su etapa como alcalde de Madrid, desarrolló una labor fundamental en su encubrimiento y promoción. La intervención de ambos, por ejemplo, fue decisiva para que Degrelle pudiera vivir tan lujosamente y con total libertad de movimientos durante tantos años. En ningún otro país del mundo se juntó semejante representación de cuadros intermedios y de alto nivel de las organizaciones fascistas y ultraderechistas, incluidos dirigentes de gobiernos y de partidos políticos. Durante quince años Degrelle fue el único líder de un partido fascista acogido en España. La situación cambió con la llegada del croata Ante Pavelic, por ser éste el dirigente fascista de más rango y destacado genocida de entre los que consiguieron huir al término de la guerra. Cuando Pavelic recibió el visto bueno para trasladarse a España ya se encontraba aquí Vjekoslav Luburic, quien posiblemente fuera el más relevante de todos los altos mandos militares refugiados en España.

Tras el croata, el exilio que aportó a cargos directivos de mayor relevancia fue el rumano, pero la España franquista siguió acogiendo a dictadores latinoamericanos durante toda la guerra fría. Su volumen, como el número de miembros de la Gestapo, de las SS y colaboracionistas con estas organizaciones protegidos en España sigue siendo indeterminado. La nueva identidad que recibieron hace que siga siendo muy difícil de relacionar con aquellos hechos del pasado por los que estaban en busca y captura en sus países de origen. No cabe duda de que en España quedaron protegidos y se instalaron definitivamente muchos más miembros de las organizaciones nazis de los que finalmente se han identificado. Incluso tras la restauración de la democracia, España fue el lugar elegido como refugio por varios miembros del Partido Nazi, dado que aquí no existían los delitos de “negación o justificación del genocidio y de reactivación de la ideología nacionalsocialista”. Sabían que podrían confraternizar con varios de sus camaradas y que estos les prestarían apoyo. Fueron varios los austriacos condenados en su país por actividades relacionadas con estos delitos que aún viajaron a España en 1992

La relación no era nueva. El libro documenta las relaciones desde las décadas de los 60 y 70 entre estas organizaciones y Fuerza Nueva por ejemplo, como también los vínculos entre Degrelle y Cedade, los jóvenes neonazis de las ciudades españolas a los que animó durante años en su labor de negación del Holocausto. También queda estrechamente documentada la relación de los terroristas neofascistas italianos con prácticamente todos los sectores de la ultraderecha española. Las autoridades españolas mantuvieron bajo vigilancia a sus miembros más destacados, pero hasta el momento, la información que puede extraerse de la consulta de la documentación de los fondos de la DGS, sigue siendo muy parcial e incompleta. No queda rastro tampoco en sus países. Salvo el caso Degrelle, que provocó una fuerte tensión con Bélgica durante toda la dictadura, la mayor parte de los países occidentales no presionaron excesivamente a España para la entrega de estos personajes, la mayoría criminales de guerra. La gran novedad y aportación de este libro es su capacidad para explicar la difícil cobertura diplomática que el Ministerio de Exteriores extendió sobre todos aquellos protegidos bajo el manto del Caudillo. Las dificultades fueron en aumento, sobre todo, en la última etapa en la que España quería entrar en el Mercado Común Europeo. Otra idea fundamental del libro es que la España franquista los acogió y se negó a extraditarlos por pragmatismo, no tanto por sintonía ideológica. El régimen obtuvo una importante contrapartida, fundamentalmente, a nivel de inteligencia, especialmente de los espías alemanes que tenían una experiencia muy importante en las actividades antifranquistas en Francia y en toda la información referente al nacionalismo marroquí. Los miembros de la Gestapo que habían trabajado en España con la DGS, fueron utilizados como asesores para la modificación de los interrogatorios y en la elaboración de un nuevo formato de ficheros sobre las actividades de oposición al régimen. Por último, una parte de los exiliados del este de Europa y de las organizaciones internacionales anticomunistas, que realizaban actividades fuera y dentro de España, ayudaron a crear la imagen de “centinela de occidente” que tanto interesaba proyectar al régimen de Franco en la Guerra Fría.

Gutmaro Gómez Bravo

Universidad Complutense de Madrid (España)

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2024.17.16

Revista catalana d’història 17 (2024), 303-305

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2024.17.16

Revista catalana d’història 17 (2024), 303-305

ISSN: 1889-1152. DOI: 10.1344/segleXX2024.17.16