Exportación de antigüedades

Autors/ores

  • José María Luzón

Resum

Lo más conocido y estudiado de las obras de arte que fueron objeto de comercio en el siglo XIX, se refiere a aquellos procedentes de la desamortización. Tesoros asociados al uso litúrgico, muebles, retablos, pinturas de tema religioso, etc. eran codiciados por los marchantes extranjeros y los coleccionistas, que actuaban adquiriendo y exportando toda clase de objetos artísticos de valor. Las antigüedades no quedaron al margen de esta búsqueda constante por parte de anticuarios de Europa y América. Tampoco hoy se evita la salida al mercado internacional de hallazgos singulares que encontramos publicados en conocidas colecciones. En el proceso histórico de exportación de objetos de interés arqueológico influyen numerosos factores, que los hacen distintos a otro tipo de obras de arte. Por lo general se trata de hallazgos fortuitos, que caen en manos de alguien que conoce el mercado y sabe que puede obtener mayores beneficios vendiéndolos fuera de España que en el reducido mundo del coleccionismo en nuestro país. Ejemplos como el Tesoro de Guarrazar o la adquisición y traslado a Francia de la Dama de Elche, ponen de relieve que personas relevantes de nuestra sociedad e hispanistas extranjeros, participan en exportaciones que no quedan exentas de una fuerte crítica en la prensa de la época. A veces los episodios fueron realmente fraudulentos y hoy podemos analizarlos con la distancia del tiempo. Así, el hallazgo en Itálica de una tabla de bronce con el texto jurídico de una ley gladiatoria, había sido ofrecido en venta a anticuarios extranjeros por el propio secretario de la Comisión Provincial de Monumentos, pero en la documentación y referencias de la época se trata el tema con extraordinaria discreción y hasta podríamos decir que se mantiene un cerrado sigilo. La falta de una legislación suficientemente explícita en materia de antigüedades, permitía a hispanistas como A. M. Huntington, sufragar excavaciones en Itálica y de este modo, enriquecer sus colecciones en América. Colaboraban en ello personajes conocidos como G. Bonsor y A. Engels, cuyos nombres figuran entre los pioneros de la investigación arqueológica moderna en Andalucía. El comercio de antigüedades contribuye a la pérdida de información. A falta de datos referentes al lugar y circunstancias de los hallazgos, los objetos arqueológicos pierden su valor de fuente histórica. En unas tablas publicadas acerca de los datos que acompañan a las antigüedades en dos conocidas casas internacionales de subasta, se aprecian las diferencias entre el documento y el objecto de colección.

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Publicades

2009-11-17