EL ARTE Y LA VIDA, INCLUSO. LA DIMENSIÓN VITAL DE JUAN ANTONIO RAMÍREZ COMO ESCRITOR DE ARTE

Autores/as

  • Carlos Reyero Universidad Autónoma de Madrid

DOI:

https://doi.org/10.1344/regac2014.1.05

Resumen

Cuando trabajaba en mi tesis doctoral, antes de conocer a Juan Antonio Ramírez, llegó a mis manos un artículo de la Revista de Occidente,[1] donde el historiador Theodore Zeldin reflexionaba sobre la necesidad de eliminar la barrera que los universitarios ponemos entre la investigación profesional y la personalidad individual. El divorcio entre las preocupaciones vitales y las exigencias de la carrera académica era una inquietud que entonces, a mitad de la veintena, me desconcertaba. Una gran mayoría de los títulos de tesis que yo conocía oscilaban entre “Vida y obra del artista fulano. Aproximación al catálogo razonado” o “Estudio de la arquitectura (pintura o escultura: otras artes eran menores o, aún peor, no merecían el nombre) de tal o cual periodo (comprendido siempre entre los visigodos y las pinturas negras de Goya: lo anterior era arqueología y lo posterior aún no era historia) en el obispado de X o en el antiguo partido judicial de Y” (de España, por supuesto: lo extranjero—porque el arte tenía nacionalidad—no nos competía). Tales trabajos solían reunir, en varios volúmenes, prolijas descripciones científicas de obras de arte, con datos objetivos sobre su ubicación, medidas, materiales y técnica, acompañadas de documentos y fotografías, que avalaban cronología y autoría, principales preocupaciones intelectuales de sus autores. Por supuesto, no aspiraban a  ser leídas, sino a convertirse, a lo sumo, en obras de obligada consulta, grandilocuente eufemismo que apenas ocultaba su dimensión prescindible.


[1] Zeldin, Theodore (1982). “Historia personal e historia de las emociones”, Revista de Occidente 15-16: 160-174.

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