¿Pueden los videojuegos beneficiar nuestro cerebro? Lo que sabemos después de 20 años de entrenamiento cognitivo

Authors

  • Melina Vladisauskas Universidad Torcuato Di Tella, CONICET, Laboratorio de Neurociencia, Buenos Aires, Argentina
  • Andrea Paula Goldin Laboratorio de Neurociencia, Universidad Torcuato Di Tella Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) https://orcid.org/0000-0002-6402-0890

Keywords:

estimulación cognitiva, videojuegos, funciones ejecutivas, niños, transferencia

Abstract

¿Sabían que nuestro cerebro cambia un poquito todos los días? Cuando aprendemos una canción, cuando nos pasa algo feo o algo lindo, y hasta cuando jugamos: muchas de las experiencias que vivimos hacen que las conexiones entre nuestras neuronas se modifiquen. Esta capacidad del cerebro de moldearse como una masa según nuestras experiencias es un proceso que los científicos llamamos plasticidad neural o neuroplasticidad.

Nuestro cerebro nos permite realizar una amplia variedad de acciones, una de las cuales es actuar de forma consciente para lograr alcanzar un objetivo que nos hayamos propuesto: las funciones ejecutivas. Estas funciones inlcuyen la capacidad de focalizarnos en el objetivo, pensar un plan para alcanzarlo, controlar impulsos cuando aparecen cosas que parecen más interesantes y sortear dificultades que vayan apareciendo a medida que nos acercamos a lograrlo. Estas funciones nos permiten realizar tareas muy cotidianas como armar una lista para ir al almacén, hacer cuentas mentalmente para saber cuánta plata hace falta llevar para la compra o seguir una receta para hacer una torta.

Sin embargo, ningún bebé nace pudiendo hacer todas las tareas que mencionamos más arriba, sino que va desarrollando esas capacidades a lo largo de su vida. Esto es así porque las funciones ejecutivas utilizan conexiones del cerebro que, al igual que todas las otras conexiones, también se modifican por neuroplasticidad. Y así como hay muchas experiencias que pueden impactar negativamente en el desarrollo de las funciones ejecutivas, como vivir en situación de vulnerabilidad social o ser sedentarios, distintos grupos de científicos y científicas empezaron a investigar qué experiencias podían resultar beneficiosas.

El entrenamiento cognitivo surgió como una opción. La idea es similar, por ejemplo, al entrenamiento de un deportista. Así como una futbolista puede correr en la cinta para mejorar su capacidad pulmonar y, consecuentemente, su rendimiento en el fútbol, ¿será posible mejorar las FE poniéndolas en práctica varias veces a lo largo del tiempo a partir de juegos? Se planteó que entrenar las funciones ejecutivas podría ayudar a mejorarlas y que, a su vez, esas mejoras podrían impactar positivamente en otros aspectos no entrenados de forma directa (fenómeno conocido como transferencia).

En los últimos 20 años, numerosos grupos de investigación en todo el mundo comenzaron a diseñar e implementar propuestas de intervención basándose en el fenómeno de la neuroplasticidad, buscando lograr transferencia. Estos programas de investigación reportaron lograr un impacto positivo en el desarrollo cognitivo en diferentes contextos de aprendizaje y en distintas poblaciones. Sin embargo, hay varios estudios recientes que indican que no hay evidencia suficiente para afirmar que el entrenamiento cognitivo puede generar transferencia a tareas no entrenadas y que, por lo tanto, opinan que ya es momento de dejar de invertir en las promesas de “mejorar nuestro cerebro”.

En este trabajo analizamos las dos posturas sobre el éxito del entrenamiento cognitivo, que aún siguen siendo discutidas en el área, y concluimos que, al menos en parte no pueden ponerse de acuerdo porque todos tienen un poco de razón. Hay evidencia de que el entrenamiento cognitivo funcionó en niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Pero la gran diversidad en los protocolos empleados (en cuanto a, por ejemplo, cantidad y duración de sesiones de entrenamiento o qué funciones ejecutivas fueron estimuladas) no permite realizar una correcta comparación entre ellos para medir el tamaño del efecto y afirmar fehacientemente que el entrenamiento cognitivo funciona. Para avanzar en esas mejoras y poder finalmente probar en qué situaciones funciona, científicos y científicas que investigan en el área concuerdan en que los nuevos protocolos deben ser lo más estrictos posibles y contener tareas que no sean ni muy sencillas ni muy frustrantes.

Published

2020-07-15